“El nuestro es un acto que va en favor de la cultura, no es una guerra contra nadie”, subraya el presidente de una de las asociaciones que aglutina a más compañías teatrales en Andalucía, ACTA. Es más, hasta entona el mea culpa, eso sí, compartido: “Eso de que el sector en Andalucía sólo quiere chupar de la teta de la Administración es una argumento populista que para nada se corresponde con la realidad; no somos un sector subsidiado, sino intervenido porque nuestro cliente principal suele ser la propia Administración, y quizás ello haya impedido un mayor desarrollo del sector al margen de aquélla. Es por esto que, cuando menos, cabe hablar de una responsabilidad compartida que ha provocado que lleguemos a la situación actual”.
Y aclara acto seguido: “Dicho todo esto, somos conscientes del gravísimo momento económico que nos ha tocado vivir a toda la sociedad, pero también creemos que no hay por qué cebarse con determinadas materias, y más cuando son tenidas por estratégicas en los discursos”.
José María Roca, presidente de Escenarios de Sevilla, ha incidido en que éste es un sector que “ya de por sí no tenía un gran apoyo presupuestario y, pese a que la clase política pinta la cultura como uno de los futuros posibles para aumentar el PIB de la comunidad, los recortes se han cebado con esta actividad”.
Toda esta revuelta procede del encuentro que el sector de las artes escénicas mantuvo con el director general de Industrias Culturales, Andrés Luque, hace unas semanas en el Teatro Central. En él Luque avanzó el cambio en el sistema sempiterno de ayudas que hasta ahora sostenía el sector –aun con sus críticas–. Luque tuvo que recular en aquella ocasión ante la crispación que sus palabras estaban causando, pero hace unos días, en declaraciones a El Correo, volvía a la carga al certificar que las ayudas se recortarán sí o sí. Lo mismo pasó hace meses en el sector del libro, pero su ruido no encontró eco en el resto de la cultura. Ahora pintan bastos por doquier. ¿Resistirán?
