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Salarios aún más bajos

La rapidez, la contundencia y el sentido con que se han articulado medidas para dar respuesta a la debacle bancaria tienen algo de capitulación en una lucha de clases invertida en el llamado primer mundo, en la que habiendo tenido que asentir con lo más chocante...

el 15 sep 2009 / 16:52 h.

La rapidez, la contundencia y el sentido con que se han articulado medidas para dar respuesta a la debacle bancaria tienen algo de capitulación en una lucha de clases invertida en el llamado primer mundo, en la que habiendo tenido que asentir con lo más chocante (nacionalización del sistema financiero ante la amenaza de catástrofe económica), nadie duda ya de que las clases medias y trabajadoras acabarán transigiendo con los que, no en vano, eran dogmas hasta hace cinco minutos (vuelta a la privatización y al jolgorio cuando el negocio pueda tenerse en sus propios pies).

Este pronóstico de sumisión es sencillo si se observa como los asalariados, a nivel europeo pero especialmente en España, han perdido nivel adquisitivo pero sin que ello sirva para que el discurso oficial que aconseja de manera ya apenas eufemística la proletarización (flexibilización del mercado laboral, moderación en los salarios, etc.) haya cedido un palmo tanto en épocas de bonanza como en las crisis.

Observemos si no los datos que agrupa el último informe Euroíndice Laboral del prestigioso IESE, de la Universidad de Navarra. Tomando datos de 2006 y comparando una serie de 15 países europeos, se nos muestra como, partiendo de un salario (bruto) medio anual de 32.414 euros en la UE-25, en España es de 21.402 euros (un 34% inferior). Nos encontramos, así, justo por encima de Portugal (15.700 euros) y Malta (12.600 euros), y a enorme distancia de Alemania (41.200 euros), Reino Unido (42.700 euros), y no digamos Dinamarca (46.000 euros). En el otro extremo, los países del Este como Hungría, República Checa y Eslovaquia andan, por su parte, con algo más de un tercio del salario medio español.

Y ahora la evolución. La remuneración promedio en la UE-25 tuvo un incremento real del 3,9% desde 2002 (por debajo del 1% anual). Junto a ello, una convergencia general, siendo los países con menores salarios medios los que presentan mayores incrementos. Pero España se desmarca con claridad de esta tendencia: su incremento real fue del 1,3%. Fue, así, uno de los países que experimentó un descenso en el salario real promedio, siendo, entre los que se sitúan por debajo de la media, el único que no se aproximó a la misma.

Con estos números a la vista, no parece decoroso pedir aún más "moderación" y "flexibilidad" a los asalariados españoles. Tal vez por ello, el argumento que se emplea para justificar ese discurso de flexibilización elude mencionar estas cifras y nos amenaza con los destructivos "efectos de segunda ronda" de los acuerdos de indexación de precios: los productores trasladarían estas subidas anticipadamente a los precios de bienes y servicios creando una espiral inflacionista perjudicial para el crecimiento y el empleo.

Desde luego, esta lógica pretende echar sobre las espaldas de los asalariados las ventajas que logran otros y que permitirían funcionar al sistema. Lo mínimo que sería exigible es que si hay que apretarse el cinturón lo hagamos todos: los trabajadores no pueden convertirse en los únicos que cedan a las recetas ortodoxas. Y nunca como hoy lo van a tener tan fácil para asentar su legitimidad moral frente al "capitalismo de paréntesis".

Catedrático de Hacienda Pública. jsanchezm@uma.es

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