Los eventos teatrales que estos días llenan Sevilla deberían ser considerados complementos o anexos porque el verdadero teatro es el que la ciudad representa a lo largo de todo el año: Cabalgata de Reyes, Semana Santa, Feria, salida y vuelta de las hermandades rocieras, Corpus Christi, procesiones de gloria y la de la Virgen de los Reyes?, amén de coronaciones canónicas o la misma Maestranza ¿que otra cosa son sino -dicho en el mejor sentido de la palabra- teatro? Ciudad teatral sin tragedias, eso sí, transformaba unas veces los dramas en comedia y, otras, hacía de una comedia el drama más cargado de pasiones. Capaz de emocionarse ante asuntos intrascendentes, se toma luego a chacota las cosas más serias. Así ha vivido esta ciudad desde que le llegó la decadencia.
Siempre, desde entonces, fue así; exportaba de tanto en tanto tipos teatrales, los locos como Amaro, los donjuanes y los donguidos, los barberos, las tonadilleras de rompe y rasga, los graciosos tristes, los hidalgos arruinados, las alcahuetas correveidiles, los pícaros trashumantes?Apenas tuvo autores propios; sin embargo de los personajes que Sevilla destilaba se nutrieron foráneos de todos los siglos: Cervantes, Tirso de Molina, Lope de Vega, Beaumarchais, decenas de libretistas de ópera o Zorrilla. Siempre fue así. Los Quintero son la excepción pero escribían sus obras para representarlas en Madrid.
Antonio Zoido es escritor e historiador
