Hay veces que ni le coje el teléfono a Manolo Momparlet. No es un desprecio de Paco Chaparro a la persona del director deportivo del Real Betis, es sólo que el entrenador, que sabe perfectamente cómo funcionan las cosas en su club de toda la vida, conoce incluso mejor que todos que en el Betis no se mueve un papel, ni importante ni menos relevante, sin que lo haga o lo autorice Manuel Ruiz de Lopera. Chaparro está convencido de que en el Betis se manda algo cuando hay hilo directo con Lopera, cuando la decisión final sale de una conversación cara a cara con el que lo manda todo. Por eso, en la negociación para la renovación, el entrenador especificó que quería ese trato directo con el centro de poder, para influir en las decisiones. Y por eso, ahora, cuando lo estima conveniente, crea ese vacío con un hombre que tiene que trabajar codo con codo para intentar que las cosas salgan bien. No se trata de tener mejor o peor relación con Momparlet, que tampoco es que sea lo fluida que se esperaría, es que quiere delimitar el terreno de juego para que algunas reglas sean las suyas. Todo esto parece necesario en este Betis, pero desgasta mucho, muchísimo, y Chaparro empieza a tener demasiados enemigos en casa, tantos que la factura está hecha, y se le entregará cuando pierda partidos, por eso es tan importante para Chaparro reforzar la plantilla como desea, para que el azar de ganar o perder se reduzca. Por eso insiste en Emana y M´bia, dos de los jugadores que piensa el entrenador que le pueden cambiar la cara a un equipo al que le hacen falta muchas cosas, pero sobre todo músculo, para no competir en inferioriodad de condiciones con nadie. Lopera, por contra, no quiere muchas veces darle el gusto al entrenador que más le ha hecho variar en su planteamiento, y se esconde más de lo que en él es habitual. Parece un juego de chiquillos, pero es algo más que eso.
Alguien que no se parezca a Daniel Alves. Suplir al lateral brasileño que el año que viene jugará en el Barcelona es poco menos que imposible. Sabe la dirección deportiva sevillista que el sustituto (Konko) lo va a tener muy complicado, por eso, y porque el entrenador así lo quiere para reforzar la zona de atrás, se pretende que el perfil del jugador que llegue (Konko) sea más defensivo, para que ni siquiera se caiga en la tentación de esa casi inevitable comparación con el que se va. En realidad, buena parte de la planificación del Sevilla se asienta en el cambio del lateral. Al ser más defensivo el que viene, el equipo va a necesitar más creatividad, por eso el interés es renovar a Maresca y, sobre todo, en buscar al centrocampista completo que sea el referente, que se juegue buena parte de los balones que antes los asumía Daniel. El ideal, pero fuera de mercado, al menos de momento, es Kim Kallstrom, eso según los técnicos, y la segunda alternativa, convertida en primera porque el sueco no se mueve del Lyon, eso dicen, es el africano Romaric. También se espera mucha más aportación de Jesús Navas, de hecho se va a hablar con el chaval, sin cargarle más de la cuenta de responsabilidad en unas fechas (la pretemporada) especialmente conflictivas para un jugador que huye de esas concentraciones como el gato del agua. Jiménez es el más adecuado para ese trato directo con un jugador al que ha criado como futbolista.
El ladrillo y el fútbol. Ya avisamos desde este mismo espacio que la crisis del ladrillo, una versión española de la crisis económica mundial, iba a traer consecuencias en el mundo del fútbol. En Mallorca, mientras se hacían lo duros en la negociación para el traspaso del internacional Fernando Navarro, se conocía que el presidente, el señor Grande, se empequeñecía a más no poder tras declarar la suspensión de pagos (concurso de acreedores) en gran parte de las empresas que controla. A Grande le faltan unos 700 millones de euros para salir de la crisis.
