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Tan Kanouté como Oumar

Que Kanouté se ha convertido en un referente futbolístico es más que evidente. Pero la admiración por este futbolista no queda en Sevilla sino que ha trascendido a "todos los musulmanes del mundo".

el 25 sep 2009 / 09:10 h.

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Frederic Kanouté
A Frederic Kanouté le suelen esperar adolescentes a las puertas del Sánchez Pizjuán cuando acaba un partido demandando autógrafos y fotos. Frederic Oumar Kanouté recibe montones de mensajes de admiración y agradecimiento de "todos los musulmanes del mundo". Kanouté, admirador incombustible de George Weah, liberiano que jugó en el Milan, se ha convertido en referencia futbolística por sus goles, por su majestuoso control del balón y por sus títulos. Frederic Oumar ha trascendido la esfera deportiva para penetrar en la religiosa y en la social. Tanto es así que se ha convertido en un referente, como Cristiano Ronaldo, Torres o Messi, pero eligiendo un camino distinto y más sinuoso si cabe.
Difícilmente atisbaría el delantero sevillista a sus 20 años, cuando abrazó la religión de su padre, el Islam, y renunció a la selección francesa -en la que había militado como juvenil- para jugar con Malí, país de origen paterno, que algún día podría convertirse en un ejemplo para todos los que comparten su fe por Alá. Ya había promovido la admiración del mundo musulmán cuando en 2006, en la Supercopa de Europa ante el Barcelona, se tapó la publicidad que portaba la camiseta del Sevilla FC, de 888.com, una casa de apuestas por internet, durante el partido. Su religión impedía hacer publicidad de tales actividades. Eso sí, finalmente el franco-malí accedió a portarla -todavía lo hace-, que al fin y al cabo los derechos de imagen generan un buen pellizco, y para ser solidario también hacen falta fondos.
No menos admiración y muchos más agradecimientos generó Frederic Oumar cuando en 2007 desembolsó 500.000 euros para comprar la mezquita en la plaza Ponce de León de Sevilla para el uso de la comunidad islámica de la capital hispalense. El templo iba a ser cerrado.
Pero cuando verdaderamente ha alcanzado repercusión internacional, tanta o más como cuando colaboró con sus goles en los títulos sevillistas, fue el pasado 7 de enero. Tras marcar el 2-0 ante el Deportivo en la ida de la eliminatoria de octavos de final de la Copa del Rey ante el Deportivo, Kanouté se levantó la camiseta sevillista y mostró otra con el nombre de Palestina. Su muestra de apoyo al pueblo palestino en pleno conflicto con Israel ha conmovido al mundo islámico. La televisión iraní ha repetido la imagen hasta la saciedad, Al Jazeera la destacó en sus informativos, el embajador de Palestina en España agradeció su gesto y hasta un club de fútbol de Irán, el Zob Ahan Isfahan, se ha ofrecido a pagar los 3.000 euros de multa impuestos por la Federación Española de Fútbol. Incluso en Facebook, la red social mundial de mayor calado en internet, donde Kanouté también tiene su propio muro, el hecho ha provocado reacciones en cadena, un foro de debate y la creación de un club de fans.
Porque Frederic Oumar -nombre que le debe a su padre- Kanouté (su apellido significa "amado") ya no es sólo el futbolista que llegó al Sevilla el verano de 2005 a cambio de 6,5 millones de euros. Su inquietud, aquella que le hacía recibir las reprimendas de sus profesores en el colegio y que le llevó a jugar al fútbol en Lyon, se ha transformado. Ha pasado a enfocarla al apoyo de una imagen tolerante del Islam y, tanto o más, a Malí -cuarto país menos desarrollado del mundo-, donde los niños "tienen libertad", según apreció en su primer e impactante viaje a Bamako, a los nueve años. Ahora, a través de su ONG, Development Trust, el delantero también pretende que tengan colegios, agua, ropa y estudios. Por eso, utilizando la trascedencia de Kanouté, Frederic Oumar ha logrado apoyos para financiar la Ciudad de los Niños de Bamako, donde pretende dar cobijo y formación a los más pequeños y para los que destina el 3% de las ventas de Fortune Spirit, su propia marca de vaqueros. Aunque esos los luce el Kanouté europeo, a Frederic Oumar le queda mejor el bubú.

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