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Toreros del Alamillo Park

Un refrán dice que cuando marzo mayea, mayo marcea y, efectivamente, en estos días las nubes pasan como si estuviéramos en marzo.

el 15 sep 2009 / 05:09 h.

Un refrán dice que cuando marzo mayea, mayo marcea y, efectivamente, en estos días las nubes pasan como si estuviéramos en marzo. El domingo pasado en la Maestranza el sol y la lluvia se alternaban como si la tarde fuera de Semana Santa, no éstas en vísperas del Corpus y ayer la foto de todos los periódicos también trastocaba el sitio del aprendizaje de la lidia, quizás porque se sueña con lo que sea si no acaba de entrar en los terrenos del mito ninguna figura: la instantánea cambiaba Central Park por el Parque del Alamillo donde cada tarde una nube de torerillos y torerillas despliegan los capotes y el carrito pasa sin hacer extraños, con la casta del toro soñado que, probablemente, nunca les saldrá.

Recuerdo como si fuera hoy la tarde en que llevé a Manolo Vázquez con el señuelo de que allí también había una dehesa, pequeña pero dehesa. Se guardaban los trastos en el mismo sitio que albergó durante años la balaustrada perdida de la Casa del Prior de la Cartuja, también las normas estrictas impuestas por Miguel Serrano -quien faltaba a clase por la mañana, no toreaba- y las taurinas que dictaban Tito de San Bernardo y Curro Puyas. En las noches de julio alguno de esos chavales pisa con el pie derecho el albero maestrante y también sueña, eso no cambia, aunque hoy la Escuela de Tauromaquia de Sevilla haya abjurado de tópicos y sea más moderna que Nueva York.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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