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Toros en Venecia

La muestra de pintura veneciana que en estos momentos exhibe el Museo de Bellas Artes nos muestra aquella ciudad entre el final del XVII y la primera parte del XVIII sumida ya en una asentada decadencia. Eran los años en los que Sevilla, tan enlazada con el ducado de los dogos...

el 16 sep 2009 / 04:47 h.

La muestra de pintura veneciana que en estos momentos exhibe el Museo de Bellas Artes nos muestra aquella ciudad entre el final del XVII y la primera parte del XVIII sumida ya en una asentada decadencia. Eran los años en los que Sevilla, tan enlazada con el ducado de los dogos, también probaba el sabor amargo de las sobras pero aún no creía que iba a ser su comida habitual durante mucho tiempo; todavía pensaba que volvería a su antiguo esplendor e intentaba poner en marcha para lograrlo mecanismos que, al final, se demostrarían inútiles.

Los cuadros que integran la exposición dejan ver dos caras bien distintas de aquella Venecia: por un lado, la pintura de Tiepolo que, como ya no está hecha para las iglesias, busca su vena en la mitología buscando complacer a quienes, seguramente, soñaban con el Renacimiento sin caer en la cuenta de que América había convertido el Mediterráneo en un pequeño charco. Por otro, la línea encabezada por Canaletto que, convencido de que lo otro era imposible, veía el futuro en la propia ciudad presentada como una antigüedad, dorándola de clasicismo a su medida. En medio de estas tendencias, dos versiones de una corrida de toros en la Plaza de San Marcos.

Se trata de toros ensogados como los que aún perviven en los pueblos de nuestra serranía, acosados por una multitud, en medio de estrados y palcos que pretenden dar solemnidad a lo que, evidentemente, no tenía salida. Por ese tiempo en Sevilla se inventaba la corrida moderna; viniendo de abajo los toreros de a pie lograban dejar el ruedo para ellos solos y convertirse en héroes. Venecia quebraba su decadencia vendiéndose a sí misma, Sevilla escogía el camino de crear un mundo nuevo, el de las aficiones apasionadas. Es otra Historia de dos ciudades, sólo que no encontró un Dickens que la escribiera.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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