Cultura

Toy story 3: Otra obra maestra ****

el 21 jul 2010 / 22:04 h.

No me cuesta mucho imaginar lo que ahora mismo debe estar rondando por la cabeza de aquel incauto que siga leyendo mis críticas: “Ya está otra vez Sergio con sus obras maestras para Pixar”. “Otra vez entrará a decir que la productora americana mantiene la hegemonía en el cine de animación y bla, bla, bla, bla... qué grande es Pixar... bla, bla, bla... qué pequeñas son las demás... bla, bla, bla”.

Si son de los que así piensan y aún no han visto la película en cuestión (no sería de extrañar teniendo en cuenta que hoy es jueves y se estrenó ayer) les propongo un ejercicio: cojan unas tijeras y recorten este trozo de periódico antes de echarlo a la basura (de reciclaje, por supuesto). Guárdenlo y esperen a ver Toy story 3. Una vez lo hayan hecho, rescaten esta crítica y vean si las apreciaciones que aquí se vierten andan muy descaminadas o si, por lo contrario, han dado en el clavo.

¿Ya?

¿Siguen ahí los que ya la han visto?

¿Sí?

Pues vayamos a ello.

Por más que sólo hubiera escuchado bondades de ella. Por más que supiera que en la IMdB tenía un ¡9! de media con más de 40.000 votos. Por más que se hubiera escuchado hablar de ella como firme candidata al Óscar a la Mejor Película para el año que viene. En definitiva, que por más que me hubieran “vendido la moto” de todas las maneras posibles, no podía evitar pensar que la Pixar se estaba equivocando al querer exprimir un poco más a la rentable gallina de los huevos de oro que habían supuesto las dos entregas anteriores de esta singular saga de juguetes animados.

Pero, por paradójico que parezca, no había contado con los gigantescos talentos que se esconden tras ese estudio afincado en San Francisco que es Pixar y, mucho menos, con el mimo que su máximo dirigente, John Lasseter, había reservado a ésta, la última entrega de una trilogía que nunca fue pensada como tal.

En pocas palabras, Toy story 3 es perfecta de principio a fin. Ninguna película este año es capaz de ofrecer en la hora y media larga (y mucho menos en más tiempo) el inmenso abanico de emociones que este magnífico filme sirve en bandeja al respetable para su goce y disfrute.

Ya desde ese supino corto que precede a la cinta (una obra de arte llamada Día y noche) se adivina que el espectáculo al que vamos asistir no nos va a dejar indiferentes. Pero es que poco podemos imaginar que, arrancada la proyección, una cinta sea capaz de hacernos reír, meternos miedo en el cuerpo, conseguir que nos agarremos al sillón con fuerza presas de la tensión y, en última instancia, emocionarnos hasta tal punto que no podamos contener las lágrimas.

Y es que, por mucho que se hayan espaciado sobremanera en el tiempo (tengamos en cuenta que han transcurrido catorce años desde la primera entrega), Woody, Buzz y compañía forman tan parte de nosotros como lo puedan hacer Blancanieves o Bambi, y eso es algo que Lasseter y sus colaboradores aprovechan para, con una animación a la que la palabra perfecta se le queda corta (atentos a la secuencia de arranque de la cinta que quita el hipo), cerrar de la mejor manera posible una terna de filmes que, por méritos propios, van a pasar a la historia como una de las cumbres del séptimo arte.

¿Que estoy exagerando dicen? Tiempo al tiempo.

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