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Un libro relata la fundación de la pedanía de Maribáñez

Cuando el 21 de julio de 1969 Neil Armstrong y Edwin Aldrin pisaban la luna, varias familias de Andalucía oriental pisaron por vez primera el poblado de Maribáñez, en el que hoy llevan viviendo 40 años. Un libro del médico de la pedanía cuenta el viaje y las fatigas de esos colonos que partieron de Iznájar (Córdoba).

el 15 sep 2009 / 16:43 h.

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Cuando el 21 de julio de 1969 Neil Armstrong y Edwin Aldrin pisaban la luna, varias familias de Andalucía oriental pisaron por vez primera el poblado de Maribáñez, en el que hoy llevan viviendo 40 años. Un libro del médico de la pedanía cuenta el viaje y las fatigas de esos colonos que partieron de Iznájar (Córdoba).

Son ya viejos y tienen la piel arrugada, pero en los surcos de sus rostros y en lo más profundo de sus pupilas permanece intacto el sentido aventurero que los catapultó desde Iznájar a esta pedanía del Bajo Guadalquivir. Cambiaron el blanco de sus nieves por el del algodón marismeño y sus modos de vida serrana por lo que les podía ofrecer una tierra fértil.

De Iznájar a Los Palacios y Villafranca. Un viaje sin retorno es una historia novelada del médico de Maribáñez, Carlos Gálvez, en el que lo único ficticio es su nombre transformado en Leo. Se trata de un joven agricultor que junto a otros vecinos de Iznájar emprende un viaje explorador desde el municipio de Córdoba hasta el páramo que acabaría convirtiéndose, merced a su infatigable trabajo, en un poblado con nombre de mujer: María Ibáñez.

El relato cuenta cómo 22 familias de Iznájar fueron invitadas a dejar sus casas antes de que se convirtieran en la orilla del mayor pantano de Andalucía, cuyas obras se llevaban a cabo entonces. Las autoridades de la época les facilitaron un terreno en el que tendrían una casa de 450 metros cuadrados, 10 hectáreas de fértil tierra y un tractor para cada dos familias.

El único problema era que ese sueño para rehacer sus vidas estaba al otro extremo de Andalucía: en pleno sur de Sevilla. La novela recuerda cómo el médico y otros dos vecinos, Juan Pacheco y Francisco Cañizares, decidieron explorar el nuevo Edén que les ofrecían mientras Massiel triunfaba en Eurovisión con su Lalalá.

En un carro tirado por dos mulos atravesaron media Andalucía: de Puente Genil, a Lucena, Estepa, Aguadulce y Utrera, hasta llega a Los Palacios y Villafranca. En cada pueblo vivieron episodios que aún no olvidan, como su parada y fonda de anís en Rute, su impresión ante las calles adoquinadas de Arahal, la nube de mosquitos de las marismas del Guadalquivir o la talla de una virgen cenagosa hallada entre terrones del campo y que acabaría siendo la patrona de la pedanía.

El libro está plagado de nombres reales y de referencias que a los maribañeros, que cumplen cuatro décadas en el poblado, les emocionan, sobre todo ahora que superan el millar de habitantes y que la pedanía olvidó aquellos miserables años en los que entre todos tuvieron que construir un consultorio, una escuela, la primera tienda y el primer bar del lugar.

Los tres exploradores, después de pisar el poblado, volvieron a Iznájar para traer a sus familias y vinieron acompañados de ocho más. Meses después, mientras las primeras cosechas de melones y patatas se anegaban por las tormentas catastróficas del invierno de 1969, otras 11 familias dejaron su pueblo para salvarse de una inundación que dejó bajo las aguas su pasado en cuestión de horas. Maribáñez empezaba a ser la tierra de su futuro. Les ocurrió igual a familias de Cádiz, Sevilla, Badajoz, Granada, Almería e incluso Murcia, que llegaron en busca de una oportunidad.

Leo, heterónimo del autor del libro, aprovechó el desastre del campo para ingresar en la facultad de Medicina como mayor de 25 años. Tres décadas después, consiguió una plaza fija en aquel consultorio de los primeros días. Todo ello aparece en un libro que corre ya de mano en mano como una novela de aventuras. Los primeros colonos de Maribáñez saben que no lo es.

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