Cultura

Una idea en la que nadie creyó

Destituida Hoyos, será un comité de acoplados el que decida qué hacer con una institución lastrada desde sus comienzos.

el 31 mar 2011 / 19:21 h.

La Junta de Andalucía no ha sabido nunca qué hacer con nuestro ballet flamenco, que ya no dirige Cristina Hoyos. Se creó sin saber muy bien qué se creaba, pero lo cierto es que se le hizo el encargo a Mario Maya, que fue quien puso en marcha el proyecto y creó sus primeras coreografías, Réquiem y De lo flamenco, estrenadas en el Maestranza de Sevilla para la Bienal de 1994. No sin polémicas, porque en Andalucía no se crea nada que no vaya acompañado de peloteras.

Cabreado, el genio se fue a Madrid y desde allí dijo que los políticos andaluces eran "los nuevos señoritos". Su Réquiem fue premonitorio. Cogió el relevo la sevillana María Jesús Pagés, que en poco tiempo triunfó con dos coreografías que han hecho historia en la compañía: El perro andaluz y Burlerías. Ésa fue una buena etapa para la Compañía Andaluza de Danza, aunque demasiado breve.

Ante la sorpresa de unos e indignación de otros, en 1997 se nombró director al gran bailarín madrileño José Antonio, quien aportó alguna que otra coreografía interesante, como La vida breve y Golpes da la vida, que le valieron el Premio Nacional de Danza en ese mismo año. José Antonio trabajó mucho y formó muy bien a algunos nuevos valores, de los que antes habían pasado por las manos de Mario Maya y que hoy son figuras del baile: Israel Galván, Rafael Campallo y Rafaela Carrasco, entre otros.

A pesar del buen trabajo de los directores ya citados, la compañía entró en una rutina soporífera y fue entonces, en 2004, cuando Cultura decidió nombrar directora a la veterana maestra Cristina Hoyos, la bailaora y coreógrafa más internacional de entonces, asegurándole un buen colchón económico para su bien ganado retiro artístico.

Artista experimentada y con una trayectoria jalonada por muchos éxitos profesionales en todo el mundo, su nombramiento fue una decisión poco sopesada, como demuestran los resultados siete años después: a los andaluces les importa poco el Ballet Andaluz, que es como se llama ahora.

Su etapa ha acabado pero no se atreven a explicarlo públicamente por ser Cristina quien es.
Este período ha servido seguramente para dar una imagen oficial distinta de la danza andaluza en el mundo, pero para poco más. Ha sido un ciclo costoso -150.000 euros anuales, sólo de sueldos, entre ella y su marido, Juan Antonio Jiménez-, en la que el Ballet ha explotado la marca Hoyos hasta límites contraproducentes, lo que es siempre un gran error.

La veterana maestra ya no está al frente, lo que es una buena noticia, sin duda, porque esto quiere decir que se abrirá otra nueva etapa, que esperemos no sea tan personalista. Al parecer, un comité de expertos -o de acoplados, como el de la Agencia del Flamenco- se encargará de dirigir el nuevo proyecto, para el que se barajan ya distintos nombres.

No faltarán quienes se atrevan a dirigir el Ballet, aunque no sea ninguna perita en dulce. Los dos o tres que podrían hacer un buen trabajo tienen sus propias compañías y funcionan bien por el mundo, a pesar de la crisis. Nos referimos a María Pagés, Eva Yerbabuena o la joven Rocío Molina, la niña bonita de la Junta.

Para quienes la crisis les está afectando -no sólo la económica, sino la de las ideas-, o sea, Javier Barón, Antonio Canales o El Pipa, entre otros, sería una buena solución y suponemos que esperan junto al teléfono. Otra opción sería potenciar las compañías privadas ya existentes, las mejores embajadoras, cortarle el cuello al Ballet y acabar así con una idea en la que nadie creyó desde principio. Ni siquiera quienes decidieron crearlo.

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