Quienes piensan que la Iglesia se está extralimitando al erigirse en "intérprete único de un pretendido modelo de familia cristiana", como acaban de expresar en un manifiesto 260 católicos sevillanos; y los que consideran que es su papel defender sus principios morales ante los "ataques" políticos conviven en el seno de una Iglesia que ayer acudía a misa.
Entre la iglesia de San Gil -donde se sucedieron bautizos, una eucaristía ordinaria y otra del Camino Neocatecumenal, los kikos- y la basílica de la Macarena había un rosario de opiniones. La mayoría, expresadas aprisa y de forma anónima: "Yo no creo que se esté retrocediendo en la democracia, no estoy de acuerdo con que lo que han dicho los obispos en Madrid", decía un señor al que la esposa se le escapaba para entrar a la iglesia. "Y si el cura me lo preguntara, se lo diría". ¿Habla de eso en la iglesia?. "Pues no".
Lo que este grupo de católicos han querido dejar claro esta semana es que creen que el acto convocado por la Diócesis de Madrid el 30 de diciembre incluyó "acusaciones muy graves contra los que piensan y actúan de otra manera", y pedir respeto para los nuevos modelos de familia, o al menos una crítica que no incluya "la amenaza, la descalificación y la desconsideración". "No estamos de acuerdo ni con el contenido reivindicativo ni con el tono en el que se reivindicó", afirman estas personas, entre las que hay profesionales de todo tipo y hasta una decena de sacerdotes.
José Manuel Sobrino, que estuvo en la protesta, cree que fondo y forma "sí son los más adecuados: es lo que siempre ha defendido la Iglesia, que habla para sí misma, no pretende imponer un modelo de familia. Si los gays se manifiestan nadie piensa que quieran que los demás seamos como ellos". Su mujer, antes de adelantarse para entrar con sus nueve hijos en misa, apostilla: "Los obispos no han hecho política, han actuado porque lo que se ha tocado es la base de la vida". Él lo comparte, aunque se trate de leyes, como el matrimonio homosexual, a las que pueden acogerse los no católicos. "La Iglesia no tiene nada contra los homosexuales, pero no es matrimonio, el matrimonio es un concepto jurídico y la Iglesia no comparte que se cambie".
Concepción Pavelli, que sale de ver a la Macarena, se lo toma con tranquilidad: "Que cada uno lo viva como quiera". No siente "ningún malestar" por pensar, por ejemplo, que un matrimonio que no funciona hace bien divorciándose. "Eso no hace que sean menos creyentes, peor es dar mal ejemplo a los hijos". En su parroquia no ha escuchado debates sobre los asuntos en los que Gobierno e Iglesia chocan cada vez con más agresividad. Y no ve conflicto entre lo que opina y lo que oye en misa: "Por lo que he oído, los curas de familia saben poco. No conviven en pareja, no pueden opinar".
Isabel Martínez sí cree que deben hacerlo: "El Evangelio no se puede retorcer, dice lo que dice, y la Iglesia lo defiende". Tiene su versión sobre los nuevos modelos de familia: "No es verdad que la Iglesia no quiera a los homosexuales, siempre han estado ahí y pueden estar juntos, pero sin escándalos. No veo bien que se casen".
Quien sí ha escuchado debates sobre estos temas es Ana Maldonado, que a sus 14 años asiste a convivencias y catequesis. "A mí el matrimonio homosexual me parece bien, pero sin hijos. Entre nosotros lo hablamos y hay gente de acuerdo y gente que no, y no pasa nada; hay quien lo es, y dice que ésa es su cruz".
Francisco Facenda, "ateo convencido" que sale de un bautizo, conoce sin embargo a "muchos católicos" que sufren con "esa Iglesia que no representa a los católicos españoles". Varios han presentado también un escrito a su párroco, en Sevilla Este, mostrando su disconformidad con las posturas de su jerarquía.
Carlota le quita hierro: "Si el mayor problema de la Iglesia es si la familia se rompe porque dos personas se casen, hemos perdido el rumbo. Yo he formado una familia católica y no me siento atacada. Menos mal que siempre nos quedarán los jesuitas".
