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Una noche inolvidable para eliminar a Olympiacos (y II)

El Sevilla jugó en Atenas, un partido decisivo. El equipoa llegó al Karaiskakis con una exigua ventaja y hubo de superar un ambiente infernal.

el 16 dic 2009 / 09:35 h.

El maestro Araújo en el viejo estadio de Karaiskakis durante la retransmisión del partido.

Atenas, por fin. Por fin pude descansar en Atenas. Todavía quedaban algunos nervios metidos en el cuerpo del día anterior. Aquel colapso monumental a la entrada de Madrid que me hacía perder la conexión con Atenas por la amenaza de un atentado de ETA y que gracias al retraso del vuelo de Olimpic todo había quedado resuelto. Descansar, salir a la esquina del Continental y observar la bellísima imagen de la Acrópolis iluminada de noche servían como relajante para la dura jornada que nos esperaba el martes último de octubre.

Una jornada que empezó con la visita a la embajada de Grecia de Manolo Vizcaíno y Eduardo Romero, tandem fundamental en aquellos hechos administrativos del descenso con el Celta de Vigo a Segunda B y salvados gracias al celo y habilidad del gerente y la predisposición económica del ahora vicepresidente del club, que lograron salvar el match-ball y dejar al equipo en Primera División. El cónsul en Atenas, señor González Barba, familiar de los propietarios de Antares, emporio del deporte-salud y del mundo empresarial sevillano, les invitó a un café en la Plaza Kolonaki, al que me sumé a media mañana del día del partido.

Tras la presentación de Eduardo Romero tomamos una mesa en la soleada mañana otoñal. Las mesas estaban llenas de personajes relevantes del mundo de la moda y del deporte. Olympiacos y Panathinaikos eran los dos grandes del baloncesto europeo. Vimos, entre otros, a Vlade Divac, el serbio que vino al Real Madrid como director general en la etapa de Calderón y que se fue tras su prolongado absentismo laboral, y muchos personajes del mundo del cine y televisión, desconocido para nosotros.

Tras el almuerzo nos dispusimos a colaborar en el programa que tenían preparado Santiago Ortega y Manolo Aguilar, con unos estudios improvisados que nuestro técnico Manolo Arenas había dispuesto en la recepción del hotel. Había muchos nervios. Juan Carlos Álvarez, recién llegado como entrenador, sabía de lo mucho que se jugaba el equipo y él personalmente en cuanto a su futuro. Pasaron por los micrófonos el técnico sevillista y cuando llegaron del almuerzo oficial, los dirigentes desplazados para el partido. El presidente, Francisco Escobar Gallego, los vicepresidentes, Eduardo Romero y Roberto Alés, así como los consejeros, Miguel López Benjumea y Américo Govantes. En aquellos momentos la mayoría accionarial correspondía a José María González de Caldas y en este grupo dirigente estaba la mayoría societaria del Sevilla FC.

Un partido de coco y huevo. La tarde anterior, cuando estuvimos en el entrenamiento oficial, ya conocimos el ambiente infernal que nos esperaba y la pésima calidad de las instalaciones del vetusto estadio del puerto de El Pireo. Era complicado el trabajo. Hay veces que el ingenio puede con las normas absurdas de los organismos oficiales. En la retransmisión nos impedían utilizar el micrófono inalámbrico en el campo. Nuestro técnico, Manolo Arenas, se las ingenió para que Manolo Aguilar llevara un peto de fotógrafo para colocarse junto a las porterías y con una cinta aislante pudo sujetar un micrófono oculto tras una prenda de abrigo. Así pudimos dar a la retransmisión un ambiente acorde con el griterío de los aficionados griegos y la pasión que tuvo el partido, que llegó hasta la prórroga, en la que el Sevilla estuvo casi eliminado y lo salvó Davor Suker en un sensacional lanzamiento de falta, a 4 minutos del final y hasta hubo en la última jugada un balón al poste de la portería sevillista. Todo el fervor de los jugadores lo pudimos captar con aquel micrófono y, cómo no, la que tuvimos que pasar para llegar hasta la sala de prensa desde aquellas empinadas escaleras, amén de los insultos, escupitajos, algún lanzamiento de objetos, cuando nos disponíamos a tomar el autobús para llegar al aeropuerto y emprender viaje de vuelta a Sevilla. La alegría era inmensa y los jugadores tuvieron una doble felicidad porque aquella eliminatoria les habría de suponer un millón de pesetas para sus bolsillos. Una cantidad nada despreciable hace casi 15 años con los precios que regían en el mercado de aquella época.

Los dirigentes, que estaban pasándolas canutas, tanto en el aspecto económico como en el societario, porque se vivían momentos muy convulsos en el club, vieron la luz con el nuevo entrenador, Juan Carlos Álvarez, que había llegado, como emergencia, a sustituir al portugués Toni y, sobre todo, el dinero que podían ingresar por taquilla y los derechos televisivos en la próxima eliminatoria. El presidente Escobar, en el mismo aeropuerto, feliz y radiante como sus compañeros del consejo, ofrecía unas cifras de 200 millones de pesetas más la cantidad que aportara la televisión que paliaría mucho la situación en la que se encontraba en aquellos momentos el Sevilla FC.

Días después el gozo cayó en un pozo, como bien dice el sabio refranero español. El sorteo deparó una eliminatoria con el todopoderoso Barcelona de Johan Cruyff y tras un empate en el Sánchez-Pizjuán, en el Camp Nou un 3-1 dejó fuera de Europa al Sevilla FC y los días de vinos y rosas dieron paso a unas temporadas llenas de espinas y dificultades tanto deportivas como económicas. Los grupos querían el poder societario pero no llegaban los acuerdos, el equipo se iba debilitando con salida de sus figuras sustituidas por jugadores de poco nivel... y llegó la Segunda División y unas dificultades económicas que solventó un valiente presidente, Roberto Alés. Fue claro en su discurso a los aficionados. No les ocultó la verdad, tuvo la suerte de encontrar en su camino al utrerano Joaquín Caparrós, que a la sazón entrenaba al Recreativo de Huelva y logró sin dinero y sin fichajes llevar el equipo a la División de Honor, y marcharse por la puerta grande sin alharacas y con un señorío que pienso que el sevillismo no le ha reconocido en la justa medida a un señor como Roberto Alés.

Las injusticias del fútbol. El fútbol es injusto muchísimas veces. Sólo valora los triunfos y en ellos, casi siempre por no decir siempre, son los futbolistas los que se llevan los honores. En estas páginas hicimos referencia al tandem Eduardo Romero-Manolo Vizcaíno cuya habilidad y apuesta económica, más la enorme manifestación del sevillismo, salvó al club de aquel descenso administrativo. Hoy sólo queda el hecho y diría que casi el olvido. Muy injusto. Como también lo es para los dirigentes que con Roberto Alés al frente supieron capear una etapa llena de dificultades y en sus penurias económicas y deportivas dejar la sociedad sevillista en el buen camino que escogieron con enorme acierto los actuales dirigentes, con una apuesta societaria valiente que les ha llevado a éxitos por entonces totalmente impensables.

La historia nadie puede cambiarla. Aquel Sevilla victorioso en El Pireo frente al poderoso Olympiacos en octubre de 1995 vio cómo el FC Barcelona le quebraba su racha, un mes más tarde y le dejaba fuera de Europa hasta muchos años después.

Llegaban los nuevos dirigentes con José María del Nido y nueve años más tarde lograrían éxitos impensables en el fútbol europeo que empezarían en el año 2004, cuando el equipo sevillista viajó a la isla de Madeira para en su capital Funchal jugar frente al Nacional. Joaquín Caparrós, superviviente de la etapa de Roberto Alés y pieza fundamental en la transición sevillista, se sentaría en el banquillo en su primer partido europeo.

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