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Vecinos de Las Naciones vuelven a sus pisos, aún con estragos de la explosión

Aún oliendo a humo, con los techos tiznados de negro y el cableado a la vista, algunos vecinos del bloque de Las Naciones que un vecino trató de hacer estallar en julio han comenzado a volver a sus casas, algunos porque el seguro no les paga el alojamiento. Pero el ascensor de este bloque de 11 plantas, repleto de ancianos, aún tardará dos meses.

el 16 sep 2009 / 07:02 h.

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Aún oliendo a humo, con los techos tiznados de negro y el cableado a la vista, algunos vecinos del bloque de Las Naciones que un vecino trató de hacer estallar en julio han comenzado a volver a sus casas, algunos porque el seguro no les paga el alojamiento. Pero el ascensor de este bloque de 11 plantas, repleto de ancianos, aún tardará dos meses.

María José Baglietto vive en el undécimo piso y le está costando un mundo subir andando todo lo que necesita para limpiar y acondicionar de nuevo su casa. A muchas personas ancianas que viven solas en el bloque les es, simplemente, imposible. Es el principal problema con el que se enfrentan ahora los vecinos, una vez recuperadas la luz y la electricidad, aunque los que han regresado, entre cuatro y ocho familias -algunos van y vienen- también deben lidiar con el polvo de las obras y con el miedo que comparten.

La explosión provocada el 17 de julio por un vecino que acumuló siete bombonas de butano y 60 litros de gasolina y los prendió para vengarse de sus vecinos, sobre los que tenía la obsesión de que le quitaban el dinero, dejó a 44 familias temporalmente sin hogar. Por suerte no hubo fallecidos ni heridos graves, aunque sí dos ingresados, ambos ya dados de alta, el último, Pedro, hace sólo unos días.

Hoy, la mayoría de los vecinos está viviendo con familiares, de alquiler o aún de vacaciones. Pocos se han atrevido a volver, todos de los pisos más bajos. Hay quien no ha tenido más remedio, como Pilar Pera, de 59 años, y su marido Florentino Sánchez, de 67 y operado el año pasado de una peritonitis de la que aún no se ha recuperado. Han vuelto al bloque, pero no a su casa, que está en el décimo piso, sino al primero, donde vivía una hermana de Pilar que pasa unos días de vacaciones. Está justo al lado del piso del hombre que quiso hacerlos volar, en el que aún permanece el precinto policial para escalofrío de todo el que sube.

La pareja le pedía ayer a su hijo, que había subido a la vivienda, que aprovechara para bajar todo lo que estaban echando en falta, porque ellos no son capaces de subir. "Una vez al día sí, pero para vivir arriba, no", decía Pilar, que sin embargo tendrá que regresar al décimo en septiembre, cuando su hermana y su familia vuelva a casa, porque no ha logrado encontrar alquiler sólo para un mes o dos. El matrimonio pasó 12 días en un hotel, dos en un hostal, y luego regresó a su edificio. Pero ya nada es igual: Pilar dice que le entra el miedo en el cuerpo sólo de mirar la puerta reventada del ascensor. Toma pastillas desde ese día.

Como ellos, Mila se pone a temblar con sólo hablar de aquella madrugada. Dice que ahora se despierta cada noche a las 4.30, cuando escucharon una explosión en la que, después de todo, tuvieron "suerte": la carga preparada por el vecino de 67 años que quiso reventar el bloque estalló hacia los lados y sólo una bombona, no las siete, ni la gasolina. Si no, a saber dónde estarían, coinciden todos. Mila, que ahora se asusta cada vez que oye pasos en el rellano "porque parece que vengan a avisar de que hay fuego", pasó 15 días en un hotel. Ha logrado, "con muchísimas dificultades", alquilar un piso mientras arregla su casa. En sus ratos libres va a pintarla, porque aunque el seguro se ofreció a gestionarlo, "me gastaba más dinero en móvil que si lo hacía yo". Sus gatos están enfermos por el humo que aspiraron, pero nada comparado a la baja que tuvo que cogerse ella, "la primera en 30 años como funcionaria". Espera que el seguro le pague los gastos, aunque hay vecinos con menos suerte porque su seguro no cubre ese concepto.

Las demás ocupantes de su rellano, el quinto, no han vuelto porque son ancianas y no podrían subir y bajar, entre ellas su madre, "que se ha quedado en su pueblo" hasta que se arregle el ascensor. Pero el administrador, José Enrique Algaba, explicó ayer que como es verano y no se fabrican recambios, hasta el 15 de octubre no estará listo. Algaba prepara ahora una estrategia legal en común con todos los vecinos para la acusación que seguirán contra el vecino que trató de causar tan enorme catástrofe.

"No quiero ni pensar" "Vivo día a día, no quiero pensar en el tiempo que me queda para volver a mi casa", dice María José Baglietto, que está viviendo de alquiler mientras limpia su casa -acababa de poner nueva la cocina- y se pelea con el seguro, que no quiere pagarle la pintura de todo el piso alegando que el humo sólo llegó al rellano y al salón. Es una queja común de los vecinos: el primer día el seguro respondió, pero ahora no quiere pagar. Pero no es lo más grave: María José, como los demás vecinos, se tortura pensando por qué no previó que su vecino intentaría matarlos. Y eso sí que no se paga con dinero.

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