Deportes

Vuelvo a Uruguay para el centenario de la Federación

En Montevideo se dio cita todo el fútbol mundial. Allí estuve en el primer partido de las eliminatorias que Uruguay ganó 1-0 a Bolivia. Era su centenario.

el 03 feb 2010 / 09:51 h.

Con Luis Suárez a las puertas del estadio Centenario.

Invitación. Transcurría la vida plácida aquel mes de marzo del año 2000 cuando de forma inesperada recibo una llamada que conlleva una invitación para desplazarme hasta Uruguay para ser testigo del primer partido de las eliminatorias para el Mundial de Japón y Corea. Se conmemoraba el centenario de la Asociación Uruguaya de Fútbol y Montevideo, con la presencia del presidente de la FIFA, Joao Havelange y el de la UEFA, Josep Blatter, iba a celebrar por todo lo alta una efeméride tan significativa. Hay que recordar que Uruguay no es un cualquiera en el concierto futbolístico mundial. Ha ganado dos Juegos Olímpicos, dos Copas del Mundo y la Copa de Oro. Casi nada. Por ello los dirigentes del fútbol mundial querían dar al acontecimiento un carácter extraordinario.

A través de Daniel Delgado, ligado al grupo empresarial Tenfield de Paco Casal, que tenían los derechos deportivos y televisivos de la AUF, conozco el interés que tienen de dar una gran difusión al acontecimiento a nivel mundial e invitan a un grupo de periodistas deportivos de la geografía española como hicieron con los de otros países. En principio mis compromisos con los programas diarios y las retransmisiones de los partidos parecen que no hacen viable el viaje. La dirección de la emisora considera que perjudica al trabajo diario y que no aportará nada a los mismos. Mi buen amigo y jefe de billetes de Iberia Luis Gómez me insiste para que vaya porque el viaje era en ‘business class', que estaba recién inaugurada en vuelos transoceánicos, y era para no perdérselo. Santiago Ortega, jefe de deportes de Radio Sevilla, habla reiteradamente con el director, José Carlos Herrero, que accede el mismo día del viaje pero siempre que estuviera en Zaragoza retransmitiendo el partido de aquella jornada, y los días que estuviera en Montevideo fueran a costa de mis vacaciones.


El viaje fue de lo más rocambolesco. A las 12 del mediodía doy el visto bueno a los billetes que me había reservado hasta última hora Luis Gómez. Viajo a Madrid el martes 28, vísperas del partido Uruguay-Bolivia, a las 18.30. Dejo el equipaje que tenía que llevar a Zaragoza en el Hotel NH Nacional en el que me quedaba frecuentemente en Madrid y a las 23.30 de la noche emprendo viaje vía Buenos Aires hasta Montevideo. Iba a ver el partido al día siguiente y volverme de regreso a España para estar el sábado en Zaragoza. Así que días de vacaciones no gasté más que uno. Hay viajes rápidos. Este creo que por la enorme distancia y el cruce del Océano Atlántico, el famoso ‘charco' de por medio, ha batido todos los récords de los muchos que he hecho en esta vida. Hoy todavía lo recuerdo porque viajar en ‘business class' aquellos días era un acontecimiento. Al montarte te encuentras como asiento un enorme butacón que se convertía en cama. Muchos viajeros importantes que lo utilizaban con frecuencia se colocaron su pijama y advirtieron a la azafata que los llamaran media hora antes de llegar a Buenos Aires. Ante mí tenía una tele pequeña para ver películas o bien para conocer la ruta al instante con horarios y temperaturas. Y no digamos el homenaje que me dieron como cena. Nos recibieron con una copa de cava y canapés y después en la comida nos dieron a elegir entre selección de ahumados o ibéricos, ensalada de langosta y de plato principal merluza o cordero más postres y dulces. Un espectáculo.

En la sala de espera conocí al compañero de ABC, Roberto Arrocha, con el que conviví gratamente los dos días en que estuve en Montevideo. En el mismo avión iba para estar en el partido y los actos uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol, Luis Suárez. Con Luis tenía y conservo aún una grata amistad forjada en las largas concentraciones del Hotel Oromana, de Alcalá de Guadaíra cuando estaba en el equipo técnico de Miguel Muñoz. Y junto a Suárez pude conocer una serie de acontecimientos y entresijos en las altas esferas futbolísticas.

Gracias al jet-lag no dormimos la mañana en que llegamos al aeropuerto de Carrasco de Montevideo tras una brevísima escala en Ezeiza, el aeropuerto de Buenos Aires. Y Suárez lo aprovechó para salir a correr un rato y dejarme el encargo que estuviera preparado para que le acompañara a dos actos muy importantes que viví junto a él y a Roberto Arrocha, que fue un compañero inseparable. Gracias al conductor que puso la organización a nuestra disposición esas horas me vinieron fenomenales para visitar a mi amigo Amadís Errico, directivo del Peñarol, en su negocio de saneamientos, y a la vuelta junto a Luis Suárez íbamos a estar presentes en dos actos donde Beckenbauer por Alemania y Bobby Charlton por Inglaterra iban a presentar sus candidaturas para organizar el siguiente Mundial.

Visitamos las embajadas de Alemania e Inglaterra. Me presentaron a Franz Beckenbauer, que tenía un gran ambiente entre los alemanes afincados en Montevideo, donde decían que tras la Segunda Guerra Mundial buscaron refugio y lograron hacer que sus nombres y sus datos pasaran a mejor vida. En la embajada de Inglaterra volví a saludar a Bobby Charlton. Le había conocido en el Festival de Cine Deportivo en Sevilla en el que también estuvo Suárez y todavía recordaba la visita que hice junto a su esposa por el barrio de Santa Cruz y el jamón de casa Román. Allí se incorporó a nuestro grupo ese gran biógrafo de fútbol que nos deleita en el diario AS, Bernardo Salazar, deseoso de que pudiéramos ir a ver a Schaffino, uno de los héroes del Mundial del 50. Suárez le recordaba muy lejano cuando él llegó al Inter y Schaffino jugaba sus últimos días en su rival, el AC Milan. Lo intentamos sin éxito. Luis habló en la puerta de su casa con una señora que entró dentro y salió diciéndonos que no estaba en condiciones de recibirnos porque tenía la memoria totalmente perdida.

En aquel viaje me emocioné muchas veces. Tuve sólo 48 horas para disfrutarlo. Jamás vi tantas personalidades juntas, "mamando" un fútbol verdadero en un país muy pequeño pero muy grande no sólo en títulos sino en vivencias futbolísticas. Me recordaron la historia del 50 cuando le ganan 1-2 a Brasil en Maracaná y ganan la Copa del Mundo. Cómo el presidente Jules Rimet le dio el trofeo de tapadillo al ‘Negro Jefe', Obdulio Varela, y la frase que pronunció a sus compañeros y que nos corroboró el portero del equipo, entrenador que fue del Elche, Roque Gastón Máspoli: "Al ver que no venía nadie a entregarnos la copa, Obdulio dijo: vámonos, para qué queremos el metal, si con copa o sin ella somos los campeones del mundo". Y apareció Rimet. Posiblemente la historia de aquel Mundial donde España le ganó a Inglaterra con el gol de Zarra ha sido una de las más bellas que se han escrito en las páginas del fútbol. Estuve en el primer partido de las eliminatorias del Mundial de Japón y Corea que ganó en el estadio Centenario 1-0 Uruguay a Bolivia con gol del entonces jugador del Atlético de Madrid Pablo García. No pude vivir la cena de gala de la AUF con Havelange y Blatter por las prisas. Viajé a Buenos Aires y de allí a Madrid donde estaba el viernes por la mañana para recoger mi equipaje, montarme en el tren y estar en Zaragoza a la hora anunciada, como los toreros en la puerta de cuadrillas, para mi retransmisión del partido.

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