Viéndolas venir

El pequeño Rayan

Image
Álvaro Romero @aromerobernal1
06 feb 2022 / 08:48 h - Actualizado: 06 feb 2022 / 09:16 h.
"Viéndolas venir"
  • Rescatistas llevan el cuerpo de Rayan a la ambulancia. EFE/EPA/Jalal Morchidi
    Rescatistas llevan el cuerpo de Rayan a la ambulancia. EFE/EPA/Jalal Morchidi

Qué pena tan grande. Dos años y medio después de la tragedia de Julen, perdido para siempre en aquel pozo sin fondo, otro chico se precipita a un vacío de 32 metros. Se llamaba Rayan y era de Marruecos. Desde la lejanía, lo imagino pidiendo, a través de la cámara, que lo sacaran de allí cuando le lanzaron un teléfono móvil. No ha podido ser. Cualquier sábado le vuelve a constar a uno que sí, que existe el infierno, a pesar de que amanezca el domingo, claro, para el Señor y para todos los que aquí seguimos.

El infierno está en cualquier parte. De pequeño, vi la mano del demonio en un agujero de la playa que hizo mi padre. Supongo que sería su propia mano, pero lo cierto es que yo imaginé en aquel momento que era la mano del demonio, allí enterrado en las profundidades del cieno costero, y nadie me quitó esa idea durante muchísimos años. Hoy en día, he relativizado el estupor que me produjo la estampa al volver a la playa con mis hijos, tan pequeños y tan crédulos como yo hace tantísimos años. Pero estoy convencido de que el infierno está mucho más cerca de nosotros de lo que solemos pensar a diario.

Ese niño marroquí lo ha debido de pasar muy mal allá abajo. Me duele su conciencia, porque con cinco años uno sabe ya pensar, imaginar, entristecerse como los adultos, sufrir como la vida empieza a acostumbrarnos. El malagueño Julen tenía solo dos años, y ahora hubiera cumplido cinco de seguir con vida, pero debe de ser muy distinto morir en las profundidades de la tierra con dos años a hacerlo con mucho más del doble. Yo me recuerdo perfectamente con cinco años y me consta que pensaba. Lo inimaginable debe de ser seguir viviendo imaginando lo que había imaginado este chico allá abajo durante esos días y noches que se han convertido en su lenta agonía mientras el país vecino se ha movilizado con la desesperación que nos sacude en las causas perdidas. El infierno existe, sí, y su lógica es el absurdo.