Van Gogh escribió en una carta a su hermana Wilhermine: «La elección del color me sugiere la personalidad de la madre». La imaginaba paseando por un jardín. «Yo sé que quizá esto no tenga mucho parecido, pero, para mí, es lo que le da carácter poético y estilo al jardín tal como lo siento».
Las flores de Van Gogh, sus ramas de almendro en flor, sus verdes, el creciente amarillo y su visión de cada color tienen algo de maternidad y de niño.
En otra carta, le cuenta a su hermano Theo que está pintando un retrato de su madre porque tiene una foto en blanco y negro y no soporta verla sin colores: «Estoy trabajando en un retrato de Madre pero me molesta tanto la fotografía en blanco y negro...», y pinta el retrato como él la recuerda o imagina: «Ella está en gris, contra un fondo verde, con el vestido carmín. No sé si ella es así pero de todos modos deseo dar la impresión de un color rubio».
En su mundo de jardines y madre, él encontraba los violetas pálidos, el amarillo de la mantequilla fresca, el limón verde muy claro, los lilas.
Cada hijo ve y piensa en su madre con sus colores, los que elige para ella o están en ella de maneras secretas entre madres e hijos.
Nunca me había detenido a pensar de qué color pienso en mi madre y he descubierto que siempre tiene algo naranja y algo blanco, en la ropa, alrededor, en las manos. No sé por qué ni busco respuesta, pero me gusta descubrir este detalle de colores en su recuerdo. Es más frecuente asociar a la madre con un perfume, un lugar, una música pero la mirada de Van Gogh abre esta ventana para mostrarnos algo más de nuestros lazos con la vida.
Con esta imagen quiero celebrar el día de la madre y desearles un feliz día a todas, a las que viven con sus hijos, a las que viven lejos, a las que están en el cielo. Más allá de los regalos, lo que más nos gusta a las madres es escuchar la voz de los hijos, que nos escriban una carta y que nos llenen de abrazos y besos.