La Gazapera

Pastora en la Campana

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
03 oct 2020 / 10:00 h - Actualizado: 03 oct 2020 / 10:01 h.
"La Gazapera"
  • Pastora en la Campana

El pasado jueves me decía un conocido maestro del cante, de los veteranos, que echaba de menos ver cada día a Pastora Pavón Cruz, la popular Niña de los Peines, sentada en el Bar Pinto, en la Campana, propiedad de su marido el gran cantaor macareno Pepe Pinto. Los artistas que venía a trabajar a Sevilla lo primero que hacían era llegarse a la Campana para ver a la diosa gitana, retirada ya de los escenarios. Enrique Morente fue una mañana y estuvo dos horas hablando con ella. Al final de la conversación, le preguntó: “Niño, ¿tú tienes novia?”. Dicen que se quedó prendada del cantaor granadino y que le dio solo un consejo: “No imites a nunca a nadie”.

El que más iba a verla era su pariente Antonio Mairena, que llevaba siempre una carpeta negra debajo del brazo. “¿Eso para qué es, Antonio, qué llevas en la carpeta?”, le preguntó un día. Mairena le dijo que eran papeles, apuntes sobre el cante, pero no se quedó muy conforme. En la mesa de al lado estaban Manolo Caracol y Miguel Loreto, y Pastora le preguntó a don Manuel Ortega: “¿Qué leches llevará mi primo en esa carpeta negra?”. Lo que le respondió Carcaol no se puede decir porque habría una guerra entre mairenistas y caracoleros”.

No hace mucho que un conocido abogado muy aficionado al flamenco y amigo de Mairena me dijo que lo que llevaba Antonio en la dichosa carpeta eran papeles de sus negocios del campo, algo que se desconocía. Parece ser que durante un tiempo fue una especie de corredor agrícola, aunque no se puede asegurar. Ya lo desmentirá alguien si no es cierto. Era, claro, cuando aún no había recibido en Córdoba la Llave del Cante, en los años cincuenta, luego todavía no era la figura que luego fue.

Pastora se sentaba en un velador a tomar el sol y todos los artistas iban a contarle sus cosas y a saber las de ella. Le gustaba enterarse de todo y ponía firme a todos con su carácter tan fuerte. Una tarde le pegó una bronca a un conocido cantaor sevillano porque se había enterado de que le ponía los cueros a su mujer, su amiga. “Como se entere la Manuela te va a desorejar y yo te voy a cortar lo que tú sabes”, le dijo. Y el cantaor dejó de ir al Bar Pinto, porque sabía que la emperadora del cante lo haría. Pastora cabreada era muy temida por su fuerte carácter, algo que era de familia. Sus hermanos Arturo y Tomás también tenían un carácter algo agrio, sobre todo Arturo, el mayor.

El Bar Pinto era muy pequeño. Cuando se cuentan las grandes fiestas que se formaban en el sótano, parece que era el Casino de la Exposición. Una mañana me enseñó el sótano Pepe, el nieto de Pastora, que es quien regenta actualmente el despacho de Lotería, y no daba crédito. Cabían solo una mesa pequeña y cinco o seis personas. Mi cuarto de baño es más grande que el famoso sótano del Bar Pinto, donde se daban aquellas grandes fiestas para escuchar a la reina o a Marchena, que era también de los fijos cada día, si estaba en Sevilla.

Cada año, cuando el Maestro de maestros acababa su gira de invierno, Pastora, que lo adoraba, organizaba un guiso en su honor. Un año, después del copioso almuerzo, quiso corresponder con su cante el detalle de Pastora y cantó el Romance a Córdoba. Pepe Pinto, que tenía celos de Marchena porque a su esposa le chiflaba, le dijo: “Ojú, Pepe, cualquiera canta eso después de comer”. Y el Niño de Marchena, que tenía cristalitos en las tripas, le respondió: “Eso no lo cantas tú ni en ayuna”.

Propongo al Ayuntamiento de Sevilla que pongan a Pastora sentada en la acera de la Campana, en la puerta del local donde estuvo el Bar Pinto. Sentada en un velador, con sus gafas oscuras y la cabeza en la Alameda. En bronce, claro, para que vayan por allí los artistas a aprender.