La Gazapera

Patrimonio, ¿de qué?

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
15 nov 2020 / 09:29 h - Actualizado: 15 nov 2020 / 09:31 h.
"La Gazapera"
  • Patrimonio, ¿de qué?

Mañana se cumplen diez años de la declaración del flamenco por parte de la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Estos días hay un debate sobre si fue algo positivo o no, y existen opiniones de todo tipo. No se puede negar que al flamenco le vino bien porque, aunque creamos lo contrario, existen millones de personas en el mundo que no sabían, y siguen sin saberlo, lo que es el flamenco. A veces hablamos con enorme ligereza de que es un arte internacional. ¿Ya lo era cuando iban los flamencos a América, en el siglo XIX, y las boleras sevillanas conquistaron Europa? Evidentemente, no.

Hace años estuve algunos días en Nueva York con Mario Maya y en los ratos libres llevé a cabo un experimento: preguntar a transeúntes si sabían qué era el flamenco. De diez, nueve no sabían ni siquiera lo que era España. Solo salió un nombre, el de Paco de Lucía, porque era un japonés. Eso en Nueva York, donde hace más de un siglo que van los flamencos. Imaginen si preguntáramos en Alberta, Canadá. Pero es cierto que en la última década ha cambiado el panorama y que el flamenco es ya un arte internacional reconocido en casi todos los rincones del planeta como un género musical español.

¿Quiénes se han beneficiado más de lo de la Unesco? Los artistas que dan cursos de cante, baile o guitarra. Sobre todo de baile. Si no nos extinguimos con lo de la pandemia, en cincuenta años el mundo entero sabrá darse una pataíta por bulerías y decir eso tan castizo de “¡Vamos allá, maestro!”. Casi está ocurriendo ya. En cien años no necesitarán venir a comprarnos arte y compás, porque lo tendrán al lado de casa, luego les costará más barato. No es lo mismo, claro, pero ocurrirá eso y los artistas de aquí tendrán que ir por la mañana a verdear y por la noche al tablao, como en el siglo XIX.

Fíjense lo importante que es el flamenco después del gran reconocimiento de la Unesco, que viene una pandemia, el ministro de Cultura español cita al colectivo de la Cultura para ver qué se puede hacer para que coman los artistas y se olvida totalmente de los profesionales. Las figuras del gremio, viendo en peligro el chalé y la tele de plasma, reaccionan y crean una asociación para que el ministro las tenga en cuenta a la hora de repartir las migajas. El arte andaluz, que es la seña de entidad de los andaluces, un hecho claramente diferencial, casi no existe para el Gobierno, para éste y para los anteriores.

Los artistas, los profesionales, se creían que se iban a forrar todos con las subvenciones de la Unesco. Los investigadores, como yo, pensamos que al fin podríamos recibir ayudas para investigar y poder publicar nuestros libros sin necesidad de tener que tocarles a nuestros raquíticos sueldos o arrastrarnos en las instituciones públicas o privadas pidiendo ayudas. Nuestro gozo en un pozo. Aquí solo las hay para los que se pegan como lapas a gobernantes influyentes, a la política. La Unesco no nos ha felicitado ni siquiera la Navidad, que al menos sería un detalle.

Viene una pandemia y los profesionales tienen que ir a asociaciones a que les den una bolsa de productos no perecederos. Cierran los tablaos y algunos han tenido que cerrar las ollas del puchero. ¿Qué celebramos, pues, mañana? Lo que cada uno quiera celebrar. Pero el flamenco y los flamencos están salvando el pellejo porque son supervivientes natos. Lo fueron hace siglo y medio y lo son también ahora.

No obstante, es justo destacar el trabajo que llevaron a cabo muchas personas para que le Unesco reconociera al flamenco como lo que es, un arte maravilloso que representa a Andalucía en el mundo.