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Fotografía: EFE
No parece que vaya a ser fácil acabar con los contagios del Covid-19. Las imprudencias que vamos conociendo y los casos de personas especialmente insolidarias, los casos que se vuelven a repetir en las residencias de ancianos o los casos detectados entre el personal sanitario, son sorprendentes e inquietantes.
¿Cómo es posible que en una residencia de mayores uno de los empleados contagie a los residentes? ¿A estas alturas no sabemos que las medidas de protección son fundamentales para no contagiar o ser contagiado?
¿Cómo es posible que alguien viaje en avión desde el extranjero hasta nuestro país, que posteriormente tome un tren, y que termine contagiando a veinte personas en una fiesta privada? ¿No hemos aprendido que el virus viaja a gran velocidad y que sin medidas eficaces en aeropuertos, estaciones de tren y puertos, todo lo que se ha conseguido en tantas semanas se perderá en un par de días?
¿Cómo alguien puede viajar a una isla si está esperando los resultados de las pruebas PCR? ¿No existe control alguno? ¿Ha estado un país entero confinado y, ahora, no se puede controlar a las personas sospechosas de estar contagiadas?
A los españoles se nos han recortado nuestras libertades en nombre de la solidaridad y del salvamento de vidas humanas. ¿Cómo se explica ahora todo esto?
Desde el primer momento, se eligió eliminar libertades para que la salud estuviera por encima de todo. Ahora, se atiende más a las exigencias de los sistemas económicos que a las recomendaciones de médicos y científicos. Hemos pasado de estar encerrados a poder hacer casi cualquier cosa. Eso sí, seguimos en estado de alarma porque este Gobierno se encuentra especialmente cómodo gobernando de este modo.
Es posible que el retroceso sea monumental y que el rebrote se produzca antes de lo que se espera. Si fuera así, el golpe a la moral de los ciudadanos sería muy serio.