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Morante: con las musas a media jornada

Especial matadores (1). El diestro de La Puebla ha vuelto a navegar por encima del bien y del mal en una campaña en la que no hubo demasiados recitales

20 nov 2019 / 13:33 h - Actualizado: 20 nov 2019 / 13:39 h.
"Toros"
  • Fotos: Arjona
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Comenzamos, torero a torero y aprovechando el otoño, el análisis anual de las temporadas respectivas de la yema del escalafón. Empezaremos por el cónsul más antiguo: José Antonio Morante Camacho, el impar Morante de la Puebla que ya cuenta con cuarenta primaveras en su particular esportón vital. El diestro cigarrero, además, supera también de largo las 22 temporadas como matador de toros y navega ya por encima de cualquier parámetro estadístico sabiéndose esperado, sí, pero advirtiendo que la mecha empieza a acortarse mientras se impone la inapelable dictadura del calendario.

A Morante, además, le ha crecido un pollo en el corral. Se llama Pablo Aguado, y se convirtió en el nuevo paladín del toreo hispalense en aquella tarde reveladora del pasado 10 de mayo. Morante, viejo zorro, contempló aquel pronunciamiento imprevisto sabiendo que esa guerra ya no es suya. Seguramente es el que más y mejor se alegra de la irrupción del joven matador, al que obsequió con un sobrero para que pudiera salir triunfante de la Goyesca de Ronda, en la que Aguado había debutado este año sustituyendo a Roca Rey... Ya volveremos a hablar de ellos.

De la mano de Matilla

Hay que recordar que antes de comenzar su particular temporada, Morante ya había brindado los primeros titulares. El torero había escogido a Toño Matilla como nuevo mentor después de dar por concluida esa temporada de arte y ensayo, la de 2018, que afrontó de la mano de otro bohemio del toreo: Manolo Lozano, verso suelto de la poderosa casa empresarial de las tierras de La Sagra toledana. Conviene rebobinar ligeramente: el diestro de La Puebla había cortado la campaña anterior –la de 2017- para soltar las últimas amarras del equipo taurino del magnate mexicano Alberto Bailleres. Se habló de retirada y hasta de reaparición en lo que sólo fue una breve parada estratégica y un sinfín de letra impresa.

Más allá de las filias y las fobias que acompañan al controvertido taurino charro, hay que reconocer que Matilla es uno de los actores fundamentales –también el más disctutido- de la cocina del toreo aunque su bajo perfil público y su aversión a realizar cualquier tipo de declaración pública le han convertido en un desconocido para el gran público. ¿Se había dejado seducir Morante por el llamado ‘sistema’? Seguramente sólo había mirado –como todos- a su propio interés. De la mano de Matilla ha cubierto en la pasada campaña 36 contratos en ruedos españoles y franceses en los que no importan demasiado los trofeos que cortó o dejó de cortar.

El diestro de La Puebla abrió fuego en el ruedo cubierto de Illescas, que ha arrebatado a Olivenza –también estuvo presente- el papel de primera cita del año. En ambos ruedos hubo trofeo antes de meterse en la gran temporada acudiendo sucesivamente a Castellón, Guadalajara, Cehegín y Arlés. Tampoco dejó de apuntarse a la habitual excursión primaveral al ruedo mexicano de Aguascalientes, del que volvió un punto escaldado.

Y Sevilla...

En el horizonte se encontraba ya la tardía Feria de Sevilla, metida de lleno en el mes de mayo por imposición del calendario litúrgico y las nuevas disposiciones municipales. Pero Morante no estuvo en Resurrección. Tampoco lo hizo en 2018 después de retrasar el comienzo de su campaña hasta la Feria del Caballo. Sus tres bolos primaverales acabaron encajados en el grueso del ciclo continuado después del encalle de las primeras negociaciones. Conviene hacer memoria: en un primer momento, el diestro cigarrero había puesto reparos a la televisión para cerrar su ajuste, quejándose del modo de locutar las corridas. El tiempo apremiaba y mientras se hacían conjeturas y se llegaban a barajar fechas exóticas, el cartel de Resurrección se dio por cerrado con los nombres de El Juli, Manzanares y Roca Rey. No hubo vuelta atrás.

¿Qué pasó después? Morante levantó un monumento al toreo de capa en su primer compromiso, el día de la Puerta del Príncipe de El Juli. En su segunda tarde, con los toros de Juan Pedro, hizo un esfuerzo encomiable y dejó otra de sus joyas capoteras. Y llegó el 10 de mayo, oficiando de testigo de la auténtica revelación del ciclo sevillano: la eclosión de Pablo Aguado. El diestro de La Puebla apretó el acelerador en el sexto y último ejemplar que mataba en la ciclo volviendo a dejar para el recuerdo los primores de su percal y una faena detallista. Pero su definitiva despedida del serial sevillano la firmó cuajando el vistoso ‘galleo del Bú’ en el segundo ejemplar de Aguado. Tanto o tan poco. Aún le quedaba un cuarto cartucho en la feria de San Miguel...

Ausente de Madrid

Morante ya había decidido no pasar por el Foro este año. Su negativa a ver rodar su nombre en el famoso bombo ideado por Simón Casas le había sacado de los carteles de San Isidro. En esa tesitura volvió a verse las caras con Pablo Aguado en Valladolid. El joven espoleó esa tarde a Manzanares y el propio Morante, que cortó oreja y dejó algunos primores. Ambos se echaron de rodillas y hasta pegaron largas cambiadas. En la Feria del Caballo de Jerez, uno de sus escenarios favoritos, bordó un puñado de naturales y salió a hombros con El Juli el mismo día de la extraña y puntual reaparición de Rivera Ordóñez.

No hubo suerte en Córdoba pero sí cuajó una gran actuación en Aranjuez delante del rey Juan Carlos que esa tarde –asistiendo a los toros en las riberas del Tajo- cumplía su última aparición pública oficial. Morante volvió a brillar en Plasencia antes de recalar en la imperial Toledo sin barajar demasiada suerte. Le esperaba la cita del Corpus granadino en vísperas de la última revelación tomasista. En la Monumental de Frascuelo recetó algunos muletazos soberbios –en los que empezaba a notarse el ‘efecto’ Aguado- sin librarse de la ira del público.

En Alicante y por San Juan, inspirado por la brisa mediterránea, sí hubo comunión. Pasó de puntillas por Zamora; salió a hombros en Arévalo y pasó del odio al amor en Santander por Santiago, logrando trocar las lanzas en cañas después de cortar por lo sano con su primer ‘jandilla’ y embelesar, esforzándose a tope, con el segundo.

Toreando en agosto

Había que volver a cruzar España entera para recalar en las Colombinas de Huelva en el estreno del taurino mes de agosto. El de La Puebla volvió a ser testigo de otro zambombazo cósmico de Pablo Aguado pero no se arredró. Su primero fue una raspa indecorosa e intoreable pero el cuarto de la tarde –marcado con el hierro de Albarreal- le permitió un lío capotero de los suyos. Cuando tocaron a muerte, desgraciadamente, se le habían acabado las pilas.

Matilla contó con su torero para abrir las puertas del Coliseo Balear de Palma de Mallorca. El festejo había estado precedido de la sentencia del Constitucional que dejaba en agua de borrajas la intentona abolicionista del gobierno de las islas. No pasó de detalles. El 10 de agosto pondría rumbo al Puerto de Santa María, otra plaza que había estado a punto de quedar cerrada a cal y canto en la temporada 2019 entre el culebrón de las obras y el velado enfrentamiento entre ayuntamiento y empresa. El diestro cigarrero no se libraría de una fuerte bronca aunque pudo resarcirse parcialmente en Pontevedra. En Málaga, con el palco y la plaza renovados, también pudieron tomar nota de su calidad pero la cumbre de su temporada, posiblemente, la escaló en Gijón. José Antonio enloqueció al público asturiano y cortó dos orejas a un toro de José Vázquez.

Al taurino mes de agosto aún le quedaban las citas de Antequera, Cuenca, Tomelloso y Linares, donde le echaron un toro al corral. Quedaba Ronda, incluyendo la breve polémica por el adelanto de la fecha de la tradicional Goyesca. Fue una tarde sin toros en la que Morante dictó una faena casi secreta, sólo apta para paladares exquisitos. Ese mismo día regalaría el sobrero a Pablo Aguado convirtiéndole en el gran triunfador del clásico festejo rondeño que colgó el ‘no hay billetes’ una semana antes de su celebración.

La recta final

Y con septiembre marcado en el calendario, comenzaba la recta final de la temporada. La agenda marcaba las plazas de Valladolid, Salamanca y Murcia antes de volver a pisar el dorado albero maestrante. En Pucela se había programado un mano a mano con Aguado que quedó en agua de borrajas. A orillas del Tormes se escuchó una bronca y en la huerta murciana, por fin, se destapó el tarro saliendo a hombros en unión de Ureña.

El penúltimo cartucho había que dispararlo en la feria de San Miguel pero se quemó en medio de un ambiente sorprendentemente hostil, sin toros a favor y con demasiados claros en el tendido. La tarde, una vez más, se quedó sin rematar y sembrando dudas sobre el poder de convocatoria de Morante y El Juli el día de la alternativa del joven ecijano Ángel Jiménez. Quedaba el cierre de Zaragoza, donde logró bordar una gran faena que –una vez más- le sirvió para hacerse perdonar la bronca que había escuchado en el primero. Sólo le quedaba el festival organizado en Sevilla a beneficio de las hermandades del Baratillo y la Esperanza de Triana. Ojo, tampoco se libró de algunas reticencias...

Y así acabó este año taurino mientras en la calle ya dan por hecha su presencia en la próxima corrida del Domingo de Resurrección. En esos mismos corrillos se apuesta por la presencia de dos gallitos del corral –Roca y Aguado- que no volvieron a coincidir en una plaza de toros desde la famosa tarde del 10 de mayo. Ésa es la mayor papeleta de Ramón Valencia, empresario de la plaza de la Maestranza pero, también, parte interesada desde su papel de apoderado de Roca Rey. Escribimos un día que la afición de Sevilla podría haber cambiado de bando pero... ¿Quién no querría ver juntos a los tres?