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Aguado posa en la Casa Salinas para la campaña publicitaria puesta en marcha por la empresa Pagés. Foto: Toromedia-Pagés
No hace falta ni recordarlo: el 10 de mayo de 2019 se produjo una de las últimas conmociones que se ha vivido en la plaza de la Maestranza. Pablo Aguado se convirtió, de un plumazo, en figura del toreo gracias a dos faenones reveladores a sendos toros de Jandilla que sacudieron el monte Baratillo como un hondo bramido. Aquello se vivió como una revelación. Pablo se acababa de subir a las olas sin anestesia, metido de lleno en la crema del escalafón y la vorágine de las grandes ferias. Después llegaron los silencios de Madrid, los relámpagos de Huelva... Y, prácticamente sin solución de continuidad, esa temporada triste de 2020 que dejó la plaza de toros de Sevilla en barbecho e hizo cuestionarse tantas cosas.
Tenía que haber sido un año de cosecha para el torero de la Huerta de la Salud; de rentabilizar lo sembrado pero todo se fundió a negro... La vuelta al coso maestrante también quedó demorada pero es que en 2021, la programación preparada para la primavera acabó siendo trasladada al otoño. Le esperaban tres tardes y en la primera de ellas, rodeado de la máxima expectación, su rodilla se rompió... Hubo que afrontar una compleja operación quirúrgica, una dura rehabilitación pero la fatalidad, posiblemente, ha alumbrado un tiempo de introversión personal, de contestar preguntas, de buscar los porqués del toreo... Su apoderado, Curro Vázquez, de alguna forma, daba en la clave algunos días atrás: “A veces a los toreros viene bien pensar en lugar de tanto ejercicio...”
Pablo ha ahondado en su propio concepto y en la convalecencia -es la suposición de un plumilla dado a divagar- podría haber encontrado la calma interior para tirar de ese hermoso hilo trenzado entre la naturalidad, la sencillez y la cadencia que sirvió para dar espíritu de cuerpo a lo que un día bautizamos como revolución de los clásicos. El diestro sevillano ha pasado triunfando por Valencia y Castellón siendo fiel a sí mismo, a su auténtica alma torera. Ya vela armas para cumplir su primer Domingo de Resurrección junto a Morante y Juan Ortega. La cita invita a soñar...
Entre Córdoba y Morón
José María Garzón anda poniendo en pie la programación de su creciente parque de plazas de toros. Sin ir más lejos, el pasado miércoles presentó los carteles de Córdoba en una brillante e inédita gala celebrada en el deslumbrante salón Liceo del Círculo de la Amistad que tuvo una virtud principal: devolver el pulso social al hecho taurino en una ciudad en la que se habla mucho de toros en la barra de las tabernas pero se va poco a la plaza.
El gerente de Lances de Futuro ha armado un ciclo muy ajustado en el metraje, apoyado en la excelencia de los toreros anunciados. Pero la Feria de la Salud, que se celebrará en torno al primer fin de semana festivo, esconde otras claves, como la apuesta por Diego Ventura en la corrida mixta –convertida en denuncia- después de sus clamorosas ausencias de Sevilla y Madrid. En el plano local también hay voces que claman por la ausencia de Finito de Córdoba. No es un secreto para nadie: las relaciones entre el empresario y el veteranísimo diestro nunca han sido fáciles. Pero también es sabido que el Fino se propuso tensar la cuerda más allá de lo recomendable en aquella mixta de octubre en el que la empresa fue convidada de piedra...
Pero hay más: la feria de Córdoba –basada en la presencia rutilante de Morante, Aguado, Talavante y Roca- incluye la alternativa de Lagartijo –otra concesión a la localidad que favorece a las estrellas- y una novillada picada. Se anunciaban los novilleros Daniel de la Fuente y Jaime González Écija pero quedaba un hueco por ocupar. Lo cubrirá Marcos Linares después de imponerse claramente en el festejo del pasado domingo en Morón organizado por Lances de Futuro. Se trataba de propiciar el debut con picadores de tres nombres que venían sonando. Pero la capacidad, el sentido de la estética y la resolución del linarense brilló por encima de los trofeos y de sus propios compañeros. Así lo supo ver el jurado nombrado al efecto en el colofón de un festejo matinal que tuvo un novedoso epílogo. El ruedo de la plaza de toros se iba a poblar de un público familiar que compartió cervezas y viandas mientras el Club de Aficionados Prácticos ponía a torear de salón a los más pequeños. No faltó el flamenquito, la tertulia, las copas. Una novillada convertida en una fiesta. Imaginación al poder...
Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...
El arranque de la primera temporada completa pos covid también ha arrojado algunos datos preocupantes en torno a los aforos de las plazas de Valencia y Castellón. El espectáculo taurino es un barómetro excepcional para calibrar el estado de la economía y la inflación galopante –alza de la gasolina, luz disparada, carestía de la cesta de la compra- se refleja necesariamente en la alegría de las taquillas. ¿Qué pasará en el resto de las ferias del primer circuito? Aún es pronto para hacer una radiografía clara de la deriva que tomará el año pero el asunto es para agarrarse fuerte al asiento.
Pero a ese telón de fondo hay que sumarle la enésima zancadilla del ministerio de Trabajo que preside doña Yolanda Díaz, excluyendo a los profesionales taurinos del régimen especial de artistas. Fuentes de la magistratura consultadas por este observatorio semanal señalan que el asunto es más grave de lo que parece. ¿Una patada más hacia el abismo en el que nos quieren ver las tribus de lo políticamente correcto? Puede ser. También podríamos hablar del célebre bono cultural o de los subterfugios de la adorable alcaldesa de Gijón para mantener cerrada la preciosa plaza de toros del Bibio por sus... narices. Así está el patio.