Cultura

"A veces hace falta mucho valor para no querer saber"

Javier Marías regresa con ‘Los enamoramientos’, una novela que invita al lector a dudar

el 23 may 2011 / 19:57 h.

Javier Marías, un escritor que cumple ahora 40 años de trayectoria literaria con éxito de crítica y lectores, visitó ayer la Feria del Libro de Sevilla.
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Pasiones, muerte, misterio, humor... La última novela de Javier Marías , Los enamoramientos (Alfaguara), la primera del autor después de su monumental saga Tu rostro mañana, vuelve a demostrar la capacidad del madrileño para nombrar y desarrollar emociones y las dudas humanas en clave de ficción. "Trato de escribir novelas que se parezcan a las que me gustan como lector", explica el escritor, que acudió ayer a Sevilla invitado en el ciclo Letras capitales del CAL. "Cito a menudo esa frase de Faulkner: la literatura es una cerilla que se enciende de noche en mitad de un bosque. No ilumina nada, sólo nos muestra mejor cuánta oscuridad hay alrededor. La literatura nunca da respuestas, y entre mis temas recurrentes está la imposibilidad de saber nada a ciencia cierta".

Protagonizada por el personaje de María Dolz, la novela tiene como eje central ese estado sentimental al que alude el título, el mismo que con frecuencia parece justificar las heroicidades más gloriosas y las más mezquinas ruindades, y que los científicos han aislado del corazón para explicarlo desde el cerebro. Pero, ¿puede un escritor aceptar que el enamoramiento se reduzca a una serie de conexiones neuronales y reacciones químicas? "No digo que la ciencia no tenga cierta razón, pero no es toda la razón. No olvidemos que existe una mente que interviene mucho en los enamoramientos, algo que no es puramente químico, ni puramente animal. Existe el mito de que el amor es inevitable, pero hay ocasiones en las que uno decide enamorarse o no hacerlo, consiente o se frena... Me temo que todo eso la química no lo explica".

Otra de las cuestiones que aborda la novela es la verdad, que aparece como algo inalcanzable. "La verdad cruda y desnuda es difícil de soportar en casi todos los casos, y más en el amor. En Corazón tan blanco trataba justamente sobre el secreto y su posible conveniencia, y se venía a mostrar que no todo debe contarse, y no todo se debe querer saber. Hoy tenemos la tendencia de pedir saber todo, incluso qué hacen los servicios secretos. Pero a veces hace falta mucho valor para no querer saber algo".

Recibida desde su lanzamiento como "una novela moral", el autor matiza los propósitos que le llevaron a escribir Los enamoramientos. "No tiene una intención didáctica y aleccionadora, porque detesto las novelas de tesis, o las que intentan dar lecciones. Una novela es quizá lo contrario de un juicio, que atiende a los hechos y muy poco a los motivos. En una novela se muestran las cosas, se asiste a los motivos y las razones. La mía tiene implicaciones morales, dilemas: ¿Qué hacer ante una situación determinad, qué actitud tomar? ¿Hasta qué punto debemos creer lo que se nos cuenta? ¿Hasta qué punto consentir la impunidad como algo grave, o resulta un mal menor? Eso se plantean los lectores, y creo que sembrar la duda es bueno, sobre todo en una época en la que la gente parece muy segura de todo. En España todo el mundo tiene una opinión a los diez minutos de producirse cualquier hecho. Hay cuestiones de la vida y la realidad de las que no tengo opinión, o no la tengo todavía", comenta Marías.

Por otro lado, la nueva obra del autor de Todas las almas y Mañana en la batalla piensa en mí contiene también un retrato del mundillo editorial donde los escritores no siempre salen bien parados. "La gente que trabaja en editoriales ve de cerca a los autores, padecen sus manías, sus exigencias. Es normal que nos tengan poco respeto. Pero no pretendía ajustar cuentas ni nada de eso", especifica.

Con 40 años de trayectoria literaria -su primera novela, Los dominios del lobo, vuelve a ser reeditada ahora, a la vez que Los enamoramientos y el relato infantil Ven a buscarme-, Javier Marías asegura que su labor como escritor ha sido un largo ejercicio de tanteo, lo que considerando su éxito de crítica y ventas parece un exceso de modestia.

"No es modestia, es la realidad", corrige. "Y es una molestia para mí. Llevar 40 años en un oficio debería de dar seguridad: el carpintero al cabo de tantos años sabe hacer la mesa, el profesor da su clase como es debido, pero cada vez que empiezo una novela no tengo ninguna garantía de que vaya a salir bien. Es peor que empezar de cero, porque además tienes miedo de repetirte. Pero nadie tiene garantizado el talento. De hecho, esta novela estuve a punto de dejarla en un cajón. No le tenía mucha fe. Puede que uno no sea un buen lector de lo suyo".

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