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En pocas palabras, Mozart

el 17 nov 2012 / 09:43 h.

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Albricias, jolgorios y palmadas en el hombro. La ocasión lo mereció. Mucho se ha trabajado para lograr un buen entendimiento entre la Universidad de Sevilla, la de Varsovia y el Conservatorio Manuel Castillo y que este Così fan tutte de Mozart viera la luz. Lo hizo anoche, y lo volverá a hacer hoy y mañana en unas funciones que nadie que se diga aficionado a la ópera (que no forzosamente al oropel y al copeteo) debería perderse. Hecha queda la recomendación. Al frente de la producción encontrará a un entregado conjunto de jóvenes músicos y cantantes, capitaneados por el director sevillano -sanluqueño estrictamente, pero nos lo apropiamos- Juan García Rodríguez.

Hubo sus fallos. Uno menor, disculpable, perdonable, que hoy confiamos en que ya esté solucionado: los sobretítulos brillaron por su ausencia. Y quien hasta el Lope de Vega llegó sin saber nada de Così ni de la lengua de su libretista, Lorenzo da Ponte, marchó sin llevarse mucha más comprensión que la que dicta la belleza de más de dos horas de inspirado melodismo mozartiano. Y dos, la escena. Sabemos que en esta ópera todo ha sido un correr y un empeño, aplaudimos la fuerza de voluntad y la entrega. Sí, sí. Pero del universitario Grupo Vaujaus esperábamos algo más que un feo panel lleno de puertas que dejaron ahí, como olvidado, toda la función. Faltó colorido o concepto (que ambas cosas en las regias de hoy parecen que andan a la pelea) y sobraron, ya lo decimos, puertas. Con la acertada iluminación y una enredadera de bombillas se quiso dar algo de vida al asunto. Y así algo mejoró, pero habrá que mandarlos a septiembre.

Hacer Mozart es dar un salto sin red. Pero nadie se da el castañazo en esta producción. De abajo a a arriba -literalmente- con una Orquesta Sinfónica Conjunta que por primera vez en su vida pisaba un foso de ópera y cuya entrega cristalizó en una labor esmerada, siempre en apoyo, un poquito en auxilio a veces, de las voces, pero sabiendo realzar la intensidad de todos los momentos. Empastada cuerda, sedosas maderas. Nadie desinformado hubiera apostado por la bisoñez del grupo. García Rodríguez pone el alma en todo lo que hace. Ya sea dirigiendo Morton Feldman, Mozart o, como veremos pronto, Pablo Sorozabal. Y con tanto ardid, las cosas van a algún lado. Su Così no aspiraba a grandes cimas estéticas, pero sonó convincente, acompasado, ágil y con vida. Y ya es, vaya si ya es.

Del joven elenco vocal diremos que todos pueden saludar a la par porque no hubo ni titanes ni caídos al averno. Con estos polacos -excepción hecha del Guglielmo de Jorge de la Rosa- Mozart podría resucitar en Varsovia. Timbre cálido, cuidada emisión la de Eun-Bae Jeon como Don Alfonso. El tenor Maciek Utniak redondó su aria Un aura amorosa del mostro tesoro con una voz muy lírica y segura en lo técnico. De la Rosa fue un Guglielmo en estilo que supo hacer crecer con el avanzar de la ópera. La pizpireta Despina de Katarzyna Liszcz pudo haber fraseado con más convicción, pero jugó a su favor con una dote actoral más afianzada. Elwira Janasik fue una Dorabella de interesantes condiciones vocales en la que habrá de ahondar en futuras aproximaciones. Y Joanna Freszel (Fiordiligi) convenció por su desparpajo, también por la calidez de su timbre y la delicada línea de canto que eclosionó en la sofisticación con la que atacó el rondó Per pieta, ben mio, perdona...

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