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"Esta ciudad debería prestar más oídos a la obra de Turina"

el 15 mar 2013 / 19:45 h.

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Barcelona, Versalles, Atenas, Amsterdam y Bucarest son algunos de los próximos destinos que tiene en su agenda el joven tenor sevillano Juan Sancho. Un cantante que cuenta estos días con una doble participación en el Festival del Música Antigua que transcurre en la ciudad. Primero, mañana en el Teatro de la Maestranza participará con la Orquesta Barroca de Sevilla en la ópera La princesa de Navarra, de Rameau. Posteriormente, el viernes próximo clausurará el certamen cantando aMonteverdi junto a Fahmi Alqhai en el concierto de la Accademia del Piacere. Músico inquieto, firmemente enraizado en Sevilla, de amplias miras, exigente con su voz y cuidadoso de su carrera, vegano y militante en la causa, Sancho es otro de esos rutilantes nombres que dan pleno sentido a ese eslogan cada vez más aquilatado de Sevilla Ciudad de la Música.

La princesa de Navarra no es un descubrimiento pero, dado lo poco que se interpreta, casi. ¿Qué opina de este título que oiremos mañana y, en general, de la recuperación del patrimonio?

–La ópera de Rameau es puro barroco francés, contiene una música de enorme belleza y la producción es estupenda. Viendo el nivel musical, el director, todo un especialista –Hervé Niquet– y los solistas casi parece que no es un concierto típico de esta época de crisis. Respecto a la recuperación del patrimonio sonoro, creo que hay obras que sí que han sido olvidadas por el tiempo merecidamente. Dicho lo cual también matizaré que rescatar según qué partituras es un hecho muy valioso culturalmente.

–¿Alguna reivindicación concreta en este sentido?

–En Sevilla tenemos a un compositor maravilloso, Joaquín Turina, al que apenas se le presta atención. ¿Cuándo se le va a interpretar en su ciudad de una forma más sistemática? Fue a la voz lo que Albéniz y Granados al piano. Y sin embargo, sé por experiencia que hay melómanos de aquí que sienten más cercano a Schubert que a Turina. ¡Imagínese!  Eso sucede porque no se le toca casi nunca. La música de Turina huele al Arenal, a Triana...

–¿Se ve como un cantante centrado en el repertorio antiguo?

–Huyo de las etiquetas. Fue mi abuelo, un inmenso melómano, quien me despertó la pasión por la música. Y he interpretado obras que van de los siglos XVII alXIX. Incluso no le negaré que un sueño para mí sería cantar Tannhäuser de Wagner, pero eso es imposible, mi voz no es para esa música. No, no soy un cantante especializado. Lo que no quiere decir que, por formación y experiencia, sienta una enorme afinidad con el repertorio renacentista y barroco.

–Tiene una carrera de una gran proyección internacional. ¿Se siente tan reivindicado en su ciudad como lo es, por ejemplo, la Orquesta Barroca?

–Bueno, soy un solista, y por tanto no puedo aspirar a tener la misma cantidad de trabajo que ellos. Es un conjunto formidable con el que actúo una o dos veces al año. Pero el auge de la música antigua en Sevilla también lleva el nombre de Vicente Parrilla y su grupo More Hispano o de Fahmi Alqhai y su Accademia, por dar dos ejemplos.

–¿Cuál fue el momento en el que determinó que, efectivamente, usted iba a ser cantante de ópera? ¿Quizás su encuentro con William Christie en París?

–Nunca pensé en ser cantante de ópera, aspiraba a ser un buen cantante de música antigua. Pero sí, quizás mi participación con Christie en Le Jardin des Voix fue clave. A partir de ahí comenzó a sonar el teléfono, a llenarse la agenda y ver claro que necesitaba un agente para encauzar todo el trabajo.

–Tras su salto a la ópera, ¿qué expectativas acaricia para el futuro a corto o medio plazo?

–Trato de dejarme sorprender.Evidentemente me gustaría ser el duque de Mantua en Rigoletto, de Verdi, hacer un Werther o encarnar a Rodolfo en La Bohème pero... llegará si tiene que llegar. Lo que desde luego no me consiento es sentir que estoy utilizando mi instrumento, la voz, por debajo de sus posibilidades. Por eso, cuando cante mañana Rameau o el viernes próximo Monteverdi, si algo puedo vaticinarle, es que tengo claro que al concluir, tendré la firme convicción de haber dado todo lo mejor de mí.

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