El primer concierto de esta temporada de Juventudes Musicales tuvo como protagonista al joven Aldo Dotto, un laureado pianista de Lucca (Italia) de disciplina férrea y dúctil virtuosismo, en el nostálgico entorno del pabellón que la asociación tiene en la Avenida de Don Pelayo del Parque de Mª Luisa. Dotto arrancó el programa con la penúltima de las sonatas compuestas por Beethoven; una pieza compleja y elocuente que exige rigor académico y espíritu en constante renovación. El joven italiano malogró sus posibilidades, especialmente en el último movimiento, donde su única improvisación consistió en la continua corrección de la digitación. Afortunadamente el resto del programa mejoró con una contundente exhibición de fuerza y demostración de estar buscando un estilo propio, con notas secas, fuertes contrastes y una expresividad todavía en ciernes pero bien intencionada. Con esas credenciales ofreció un vertiginoso, dramático y también lírico Scherzo de Chopin. También in forte, en ocasiones inadecuado, atacó el undécimo de los doce estudios que Debussy dedicó a Chopin. Con texturas también impresionistas, la Scheherazade de Szymanowski, primera de las tres composiciones que integran su Masques Op. 34, contiene un gran número de giros repentinos, a los que Dotto hizo frente con naturalidad y evidente sentido de la musicalidad. Del Albaicín de Albéniz logró extraer todo su encanto evocador y dominar un complejo lenguaje que obliga a realizar un trabajo gimnástico con las manos. Italia dominó las propinas, con una sonata de Scarlatti y el Intermezzo de Manon Lescaut de su paisano Puccini, ejecutadas de forma sensible e impecable.
