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Pedro Tabernero y Juan Romero, una correspondencia con arte

el 18 ene 2013 / 21:23 h.

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Detalle de uno de los sobres pintados por Juan Romero incluidos en el libro.

Puede que a la juventud actual, tan volcada en las redes sociales, le cueste creerlo, pero hubo un tiempo en que la gente se comunicaba por carta. Y, excepcionalmente, algunos de esos envíos podían llegar a convertirse en una obra de arte. La prueba la tienen en el caso del editor Pedro Tabernero y el pintor Juan Romero, dos sevillanos que acaban de recoger el resultado de su correspondencia en un volumen, Cartas a un editor, que acaba de ver la luz en la colección Osimbo.    

El propio Tabernero explica cómo surgió este proyecto: “Juan y yo habíamos hecho muchos trabajos juntos en los últimos 30 años. No ha sido de mis autores más recurrentes, sólo hemos hecho cinco o seis libros, pero siempre nos hemos caído bien y la amistad se ha mantenido en el tiempo. El caso es que Juan tiene un modo peculiar de saludarte, que es mandándote un sobre dibujado. Un material desconocido en el catálogo de su obra, algunos de ellos auténticos cuadros, que era una pena que se desaprovechara”, asegura.

Con esta idea, Tabernero propuso al artista afincado en Madrid que incrementaran la frecuencia de los envíos, y de ahí al proyecto de este libro sólo hubo un paso. Los artífices explican que el 90 por ciento de estas obras fueron enviadas y recibidas por correo ordinario, y sólo algunas obras especialmente delicadas fueron entregadas a mano.  El contenido de la obra se completa espléndidamente con textos de destacados escritores, como Eduardo Mendoza, Juan Lamillar  o Eduardo Jordá. Así, José María Conget lleva su admiración al extremo de vaticinar una vuelta al correo postal: “A un artista se le perdona que sea irresponsable”, afirma.

“Pero los que nos limitamos a disfrutar con los dibujos de Juan Romero estamos en la obligación de calcular el precio de nuestro placer y prevenir sobre el caos que sobrevendría si la comunicación cibernética es abandonada en beneficio de la fiesta de cartas con carruseles y jardines. El mundo queda advertido”, concluye.
Estos sobres en adelante ya no serán valorados por el contenido que transportaban en su interior, ni si quiera por los sellos, por muy raros que fueran”, explica en otro apartado Manuel Vicent. “El sello será siempre el dibujo de Juan Romero, una obra única, muestra de ingenio, alegre inventiva, ingenuidad y talento.

Es extraño que estas cartas cuyos sobres iban dibujados en alas de la poesía llegaran a su destino y no se quedaran en la saca de algún cartero coleccionista, o no volaran más allá de las señas de Pedro Tabernero hacia los desiertos más al sur, en busca de otros pájaros, de otras palmeras. Pero están ahí, como extraños coleópteros de colores, fijados en el libro”. Finalmente, Jesús Ruiz García se ocupa de un estudio técnico sobre los precedentes de este arte postal.

A la pregunta de si habría posibilidad de ver todo este material expuesto en algún espacio público, el editor asiente: “Estaríamos encantados de mostrarlo. Siempre que se encontrara alguna institución adecuada –pues es más difícil que un galerista exponga un material que no está destinado a la venta– sería magnífico, porque además el libro funciona como catálogo perfectamente”.

Tabernero anuncia, además, que la colección Osimbo publicará próximamente un libro de homenaje a Aute y una historia de América contada con miniaturas, mientras sigue dando forma a una de sus ediciones más ambiciosas: el Fervor de Buenos Aires de Borges.

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