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Toros

Ventura ya tiene nueve puertas

El jinete de la Puebla del Río cortó tres orejas. Su discípulo Andrés Romero, con dos trofeos, estuvo a punto de acompañarle a hombros.

el 04 may 2014 / 22:27 h.

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CORRIDA DE REJONES DEL ABONO DE LA MAESTRANZA El jinete de la Puebla del Río cortó tres orejas. Su discípulo Andrés Romero, con dos trofeos, estuvo a punto de acompañarle a hombros Ganado: Se lidiaron seis toros de Fermín Bohórquez, bien aunque desigualmente presentados que colaboraron con los jinetes en líneas generales. Rejoneadores: Andy Cartagena, silencio en ambos. Diego Ventura, oreja y dos orejas. Andrés Romero, que tomaba la alternativa, ovación y dos orejas. Incidencias: La plaza registró más de dos tercios de entrada en tarde cálida pero agradable. El caballo Perseo, de la cuadra de Romero, resultó cogido en el transcurso de la lidia y fue operado satisfactoriamente en la propia plaza de una extensa cornada en el anca de la que sangró aparatosamente. Todavía podría sumar la décima en sólo una semana. El ciclón portugués no falla en la plaza de la Maestranza aunque el portazo de ayer, todo hay que decirlo, no tuvo la intensidad y el mismo contenido que en otras ocasiones. A pesar de todo, en su cuerpo se lo lleva. Pero el toreo se nutre de instantes que pueden dar la vuelta a cualquier situación. La espectacular y fulminante muerte del quinto toro de Bohórquez sirvió par amarrar ese tercer trofeo. Herido de un trasero pero certero rejonazo, el animal gritó su muerte en el mismo pecho de Ventura, que convirtió esa brevísima agonía en una pequeña epopeya que le terminó de abrir esa Puerta que ya conoce de memoria. Antes hubo buen rejoneo en una labor sabia y sobria, sin concesiones a la galería, que destacó por el temple y el dominio de los terrenos. Ventura llevó a ese toro cosido a su estribo; citó de largo; dio los pechos de sus monturas; quebró con acierto y hasta sacó a Morante a mascar pitones con el personal metido en el bolsillo. Hubo alardes con el caballo levantado y saboreó la vuelta al ruedo con su hijo en los hombros sabiéndose ya el número uno. Había cortado otra oreja del tercero de la tarde gracias a una faena ceñida que brilló en esas batidas a pitón contrario, buscando la reunión en los medios, y a pesar de tener que salvar un trance apurado cuando el caballo resbaló de los cuartos traseros y fue alcanzado sin consecuencias. Ventura consintió a su enemigo en los chiqueros y redondeó su labor con las cortas pero tuvo que emplear el descabello después de un rejonazo muy contrario que no bastó. Diego había sido el testigo de una alternativa que le tocaba de lleno. Era la de su discípulo más aventajado, el jinete choquero Andrés Romero que se trajo una buena legión de amigos, paisanos y partidarios. Romero se entregó y brilló. Mostró que está preparado para renovar la primera línea de la caballería torera. Y eso que no comenzó la tarde con buen pie. Después de la cesión de trastos, el toro de la alternativa -serio, grande y aparatoso- trabó la pata de su caballo Perseo que acabó siendo retirado al patio de ídem con una cornada sangrante de la que fue operado en la misma plaza. Pero el doctorando no se arredró y mostró sus condiciones en una faena trepidante y entregada en la que expuso todo y más. Los quiebros fueron escalofriantes y arriesgados y hubo un palo antológico -citando desde la larga distancia- a galope suave para quebrar en los medios y abrochar el lance con cuatro piruetas que volvieron loca a la plaza. Esa fue su mejor actuación pero el manejo del descabello enfrió cualquier entusiasmo. Pero como en las corridas de rejones nunca se sabe lo que puede ocurrir acabó cortando las dos orejas del sexto gracias a otra labor entregada pero no tan redonda como la anterior que brindó a sus colaboradores, a su exacto hermano gemelo y, por supuesto, a su maestro Ventura. El padrino de la ceremonia había sido Andy Cartagena, un joven veterano que mostró cuajo, profesionalidad y buena monta. También se podía haber llevado algún trofeo a lomos de su excelente cuadra y de dos actuaciones entregadas e intermitentemente brillantes que no tuvieron el refrendo necesario con los aceros. Y dicha una cosa, hay que decir otra: a estos festejos les sobran los diez minutos de monerías ecuestres previos a la lidia. También hay que pulir el exceso de tiempos muertos que sólo sirven para alargar y empañar el espectáculo.

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