Los medios y los días

El problema de los suicidios

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15 sep 2019 / 07:53 h - Actualizado: 15 sep 2019 / 07:53 h.
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  • El problema de los suicidios

A falta de pruebas contundentes, parece que Blanca Fernández Ochoa se suicidó. Este mismo diario nos informaba recientemente de que “el número de suicidios en personas menores de 25 años se ha multiplicado por tres en los últimos 30 años, desde 1990, y cada año fallecen en España 349 jóvenes y adolescentes por esta causa. Cada día se quitan la vida en España alrededor de 10 personas, de las que 1 es un adolescente o adulto joven”.

Tenemos un problema y muy grave. El suicidio siempre ha estado ahí en la Historia, los nobles patricios romanos y los senadores –a veces coincidían ambos rangos- se quitaban la vida para morir dignamente, los samuráis japoneses obraban de forma similar pero no es lo mismo. Ahora aparecen altos ejecutivos de multinacionales que también se suicidan porque no pueden con el ritmo de trabajo que llevan y jóvenes que se esfuman de este mundo, en teoría confortable, libre y democrático.

Estamos ante un problema sistémico del que no se puede huir como venimos haciendo en los medios de comunicación escudándonos en la privacidad y en la deontología. Si alguien se suicida ya en edad madura porque así lo ha decidido con toda la libertad de la que el humano es capaz de ejercer, está en su derecho, al igual que tiene derecho a que le apliquen la eutanasia si es ése su deseo. Pero que alguien se quite la vida porque le está aplastando el alma y no le deja otra salida que la autodestrucción es algo que se convierte en problema de todos porque los seres vivos poseen como regla general natural sobrevivir, no ser felices, como ingenuamente se afirma aquí y allá, sino sobrevivir, los seres humanos no han venido a este mundo a ser eso que bautizamos como “felices” que es un puro invento imaginario, han venido a sobrevivir, a hacer camino al andar y esa es en todo caso la felicidad, no absurdos comportamientos etéreos muy hermosos de predicar desde el butacón de casa. Un ser humano feliz, tal y como lo suelen pintar los libros, no hubiera llegado a evolucionar en la naturaleza hasta desembocar en el siglo XXI.

Suicidarse porque presiones externas muy fuertes estimulan a hacerlo se puede interpretar como la nueva selección natural o como un hecho a cuyos culpables hay que buscar y apartar de la sociedad. Al margen de padecimientos mentales reales, presa de los cuales el sujeto se niega a vivir, hay culpables de que los jóvenes y menos jóvenes se suiciden. Y esos culpables son quienes han creado una sociedad competitiva desde la revolución industrial –sobre todo- que ha ido aumentando con el tiempo, y quienes no preparan bien a sus hijos para afrontar el desafío de un mercado salvaje que, por ahora, va ganando la guerra. Los culpables patológicos de la creación de la sociedad hiper competitiva pueden alegar que si alguien se suicida es asunto del que lo hace (eso sería una de las manifestaciones de la nueva selección natural). Sí y no es asunto del que se quita la vida, porque la obligación del Estado y del sistema es crear condiciones para que el sujeto no esté alienado por su trabajo o sus estudios. Para qué me sirve que una joven con una discapacidad del 92 por ciento se gradúe en la UPO en Geografía e Historia si tengo este gravísimo problema ante mí. Claro que me alegro por ella porque yo mismo he ayudado a graduarse en periodismo a un ya exalumno casi totalmente dependiente, pero estos gestos necesarios se quedan sólo en eso, en gestos, si no abordamos en serio problemas como el que comento. Una de las constantes de los tiempos que corren es que estamos sobrados de pequeños gestos sin abordar nunca las cuestiones estructurales que son las más complicadas de resolver. Sí, ya sé que necesitan tiempo, la longue durée, que decía Braudel, pero para lograr algo relevante a largo plazo hay que sembrar ahora y no sé si estamos sembrando buenas semillas para alcanzar el objetivo. Por lo pronto, en el asunto del suicidio, las cifras dicen lo contrario.