Menú

Sevilla, la capital de las ‘catedrales del consumo’

Son los escaparates de la sociedad de consumo: los grandes centros comerciales. En Sevilla, el actual Ayuntamiento socialista del alcalde Juan Espadas diseña una ciudad cuyo crecimiento y movilidad está condicionado por estos grandes centros de consumo.

Image
Ricardo Gamaza RicardoGamaza
13 oct 2019 / 07:00 h - Actualizado: 13 oct 2019 / 07:00 h.
"Ecoperiodismo"
  • El centro comercial Lagoh. / Juan Raya
    El centro comercial Lagoh. / Juan Raya

Lagoh, Torre Sevilla, Nervión Plaza, Los Arcos y próximamente el centro comercial proyectado en el antiguo Mercado de la Carne, que le costará la vida a 11 árboles históricos. Sevilla está creciendo a golpe de centros comerciales. El diseño de la ciudad planificado por el alcalde del PSOE Juan Espadas condiciona el crecimiento de Sevilla a la construcción de estas moles urbanísticas destinadas al consumo en detrimento de zonas verdes, que se limitan a 700 hectáreas de jardines y parques en las que cada vez se talan más árboles, como han denunciado desde hace ya casi dos años desde la Plataforma Ciudadana Salva Tus Árboles Sevilla, que han contabilizado más de 4.000 talas de árboles en la ciudad.

El modelo de Sevilla como la ciudad de consumo propiciado desde el Ayuntamiento hispalense está acabando progresivamente no sólo con la arboleda, sino también con el tejido empresarial de los pequeños comerciantes que no pueden competir con las grandes multinacionales que se instalan en estos centros comerciales. Tampoco se han hecho los números sobre los efectos de estos grandes centros comerciales en lo que se refiere al aumento de la contaminación, ya que han creado grandes bolsas de atascos de tráfico en sus inmediaciones. Todo ello, sin tener en cuenta que el modelo de ciudad mira hacia la cultura norteamericana, donde se creo el ‘mall culture’, en la que los espacios sociales están colonizados por marcas y grandes empresas en estas nuevas catedrales del consumo.

Sin embargo, la miopía de los dirigentes sevillanos les lleva a poner el foco en los beneficios de estos centros comerciales, sin tener una visión más panorámica en la que se analicen los impactos de pérdida de empleo y tejido productivo que han llevado a los Estados Unidos en la actualidad a abandonar paulatinamente el ‘mall culture’ en beneficio de las tiendas de pequeño tamaño diseminadas por la ciudad... las mismas que ha puesto en peligro de extinción el modelo de ciudad de Espadas.

Los datos que se ofrecen para justificar este modelo de ciudad de consumo son las afluencias de consumidores: los 8 millones que acudieron al centro Torre Sevilla en sus 11 primeros meses de vida, superando los 7 millones anuales que pasan por el centro comercial Los Arcos, que pese a todo quedarán rebasados si el nuevo centro comercial Lagoh logra cumplir sus expectativas: 15 millones de visitas anuales.

Pese a la crisis económica global y la caída de ventas de la que se acaba de salir a flote, los centros comerciales españoles presumían de haber aumentado el número de visitantes-consumidores. Según datos de la Asociación Española de Centros Comerciales (AECC), las ventas en los Centros y Parques Comerciales se incrementó en más del 6 por ciento durante el año 2015 hasta alcanzar los 40.978 millones de euros. La afluencia crece al ritmo del 5 por ciento por ciento con 1.907 millones de vistas, según la AECC. Estos datos revelan que los centros comerciales se han convertido en un espacio público más allá del objetivo para el que fueron pensados: centros de consumo.

Los centros comerciales se venden socialmente como un punto de encuentro de la gente nueva, joven, donde encuentra su acomodo y una confortabilidad social, o sea: hoy vamos a comprar para que se nos vea: somos el sitio donde nos identificamos y donde encontramos a la gente que nos es más cercana. Los centros comerciales en el nuevo estilo de vida que hemos desarrollado son un elemento imprescindible.

Esta concepción del ser humano como escaparate permitió que en esta década España se haya puesto a la cabeza de Europa en número de centros comerciales. En los próximos tres años está previsto que se instalen 17 nuevos centros comerciales a lo largo de todo el país. Andalucía, por su parte, es la segunda comunidad autónoma que dedica más terrenos a esta actividad, detrás tan sólo de la capital, de Madrid. Ello tiene que ver con la concepción política de un urbanismo tremendamente horizontal donde los centros comerciales son el "elemento estructurante" de las nuevas zonas residenciales. De hecho el propio Ayuntamiento de Sevilla apunta tras la inauguración del centro comercial Lagoah en Palmas Altas que ya ha planificado en esta zona la construcción de 2.100 viviendas y la futura Ciudad de la Justicia. Eso sí: sin haber solucionado aún el problema de la movilidad de esta nueva aglomeración urbana. Eso vendrá después.

Un segundo factor de este ‘boom’ de los centros comerciales es que en España se asistdesde los años 90 a una explosión del consumo, a un desarrollo social y donde el desarrollo económico estaba incidiendo en un consumo compulsivo donde el ciudadano se ha transformado en mero consumidor.

Pero desde el punto de vista ambiental, estos centros plantean también problemas sin resolver, como el exacerbado consumo energético de estas moles urbanas o el hecho de que los usuarios tienen que coger el coche para hacer la más mínima compra, después de que se hayan extinguido las tiendas de cercanía o de barrio, arrasadas por la competencia feroz de los centros comerciales. Se empieza a hacer un urbanismo a la medida de las multinacionales y no a la medida del ciudadano. Nuevas carreteras, accesos y vías de comunicación pensadas para tener que llegar obligatoriamente en coche. El vehículo empieza a convertirse en algo imprescindible... lo que acarrea un importante incremento de la contaminación atmosférica.

Los centros comerciales se han convertido en auténticos trastos urbanísticos, que se implantan en el lugar y es el lugar tiene que adaptarse. Normalmente el que lo implanta ha hecho diseños para las posibilidades de acceso., salida... pero son demasiado determinantes y las ciudades, cuando no tienen un entorno adecuado, sufren una desproporción en la escala: el centro comercial devora sus posibilidades de movilidad y surgen los atascos para acceder a ellos que colapsan a pueblos enteros.

En lo social aspiran a convertirse en los herederos del antiguo ágora, pero ¿Se han convertido realmente en el lugar de encuentro de la nueva ciudad? Lo cierto es que son un ejemplo de la colonización cultural del gigante norteamericano, porque en Estados Unidos escasean las ciudades con plazas, las calles con jardines y los espacios urbanos a escala humana: En el diseño de ciudad estadounidense, para poder reunirse se necesita crear grandes galerías o incluso jardines artificiales... y esto lo combinan con el comercio; pero eso no es lo que ocurre en Europa donde esos espacios de convivencia ya existían de sobre porque somos los herederos urbanísticos del ágora griego y del foro romano.

¿Y las zonas verdes? Los nuevos centros comerciales incorporan en el mejor de los casos pequeñas parcelas de jardines que no tienen más valor que el ornamental. Quizá no sea sano estar respirando continuamente aire reciclado, pero los mismos centros comerciales han realizado las operaciones necesarias para convertirse en lugares saludables o al menos no insalubres.

Mientras, la calle, al igual que el campo, empiezan a devaluarse socialmente bajo esa concepción norteamericana que le da protagonismo a los centros comerciales. El espectáculo humano, que en la calle se da con una naturalidad fantástica y donde se mezcla todo tipo de gente, no se da en estos centros, donde lo que impera es el consumismo. Se ha vendido una de las mayores riquezas que tienen las ciudades: la riqueza social del espectáculo humano, de la charla tranquila y la contemplación de la naturaleza.