Desde la espadaña

Una Greta para Sevilla

La envidia de Greta es que los sevillanos siempre se conformarán con un jardincillo que los aleje de la bulla callejera, aunque eso lleve a taquicardias al ver la ciudad de su alma

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16 dic 2019 / 08:28 h - Actualizado: 16 dic 2019 / 08:29 h.
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  • Una Greta para Sevilla

Recordando la novela de Henry James “otra vuelta de tuerca” y aprovechando la propaganda nada concluyente (como siempre) de la Cumbre Internacional del Cambio Climático, tengo cada vez más claro que Sevilla necesita una Greta. Esa niña cursi de origen sueco con cara de catadora del mejor vinagre de Jerez y con necesidad de una refriega capilar con agua de azahar de Sevilla (ahora que el alcalde quiere acabar con todos ellos).

Decía que necesitamos una Greta para que le diga a este Ayuntamiento que tener contenedores llenos con basuras esparcidas por el suelo no es ni ecológico ni higiénico. Haber retirado los contenedores de aceite usado implica que este líquido viscoso y tóxico acabe en las redes de Emasesa. Si, además, conociera los fenómenos paranormales que están ocurriendo últimamente con la combustión de los autobuses municipales al salir ardiendo entraría en crisis nerviosa parcial porque la crisis total aparecería al comprobar que en esta ciudad circulan algunos autobuses turísticos con más años que la invención de la rueda desprendiendo más monóxido de carbono que la chimenea del abuelo de Heidi cuando se queda aislado en la montaña durante el invierno.

Y si llevamos a Greta de copas nocturnas le dará un ataque epiléptico cuando no asimile el ejército de veladores invadiendo el patrimonio histórico y el acerado de la ciudad. Cada uno de ellos con su antorcha quemando parafina (residuo petrolífero), butano o propano. Ni piensen que es una buena idea un recorrido gastronómico por la ciudad porque aquí lo que nos va es el buen cuchareo y su negativa será para no contribuir a la emisión de metano al aire sevillano lo que se agradece realmente. Cosas de vegetarianos.

Para nada sirve hablar de cambio climático si en Sevilla cada vez quedan menos árboles y la moda del apeo se está imponiendo a marchas forzadas. Desde aquí solicito foto de Greta con el alcalde plantando árboles. No se les ocurra hablar de los centros comerciales con la niña porque cuando advierta el caos circulatorio que se organiza (por falta de previsión) en las salidas de Torre Sevilla y Lagoh, empezará a hiperventilar. Aquí en Sevilla lo único ecológico son los coches eléctricos oficiales y las bicicletas semi-eléctricas de Lipasam. Y, por supuesto, los pasos de palio que sólo consumen suelas de zapatos, aunque la policía local lo entienda como un peligro circulatorio; cosas de panaderos. El trauma será total como se nos ocurra darle a Greta un paseo en coche de caballos y compruebe que las heces animales no se utilizan como estiércol en los jardines de Cristina o de María Luisa, sino que van a parar al contenedor urbano donando a la ciudad un olor pestilente que perdura hasta en madrugada; olores de soledad en un paseo de ciudad. Cuidado con la niña que si no está acostumbrada a pasear por esta urbe seguramente pisará algún regalito de un dueño maleducado que ha sacado a su perro productor también de un anti-ecologismo que contribuye al cambio climático y, más bien, al cabreo de los vecinos.

Y ahora que estamos en el Adviento, tiempo de espera, no es deseable el inmovilismo municipal en ciertas cuestiones importantes de la ciudad. Por eso, no la lleven a la Macarena, al casco antiguo o a muchos parques ajardinados porque denunciará todas las pintadas mamarrachas realizadas en fachadas y garajes particulares llegando al ictus cuando calcule la cantidad de derivados del flúor que se han emitido a la atmósfera con los aerosoles canallas que manchan esa Sevilla que soñamos.

En un paseo fluvial por el río tendrán que taparle los ojos al acercarse a la orilla de Torneo o del Paseo de la O para que no visione los restos de botellonas ni de peces muertos que aparecen en la orilla. Y no tengan la feliz idea de invitarla a las inmediaciones de Pagés del Corro, a los Jardines de Cristina o a la Campana porque son la zona cero de la comida rápida sevillana donde los restos de plásticos en forma de vasos y otros utensilios inundan el acerado y sus alrededores a la vez que proliferan las mismas ratas que fueron protagonistas de la serie La Peste.

¿Y ese cucurucho de castañas asadas en la Puerta de Jerez por las que hacemos pucheritos cada vez que llega la Navidad pero que la niña nos denunciará porque estamos quemando combustibles fósiles? no me digan que no es tierna la imagen.

Ya es hora de llamar a Greta para que venga a Sevilla aunque no sé si tendrá un móvil de última generación (plástico, minerales, metales,..) Será casi imposible avisarla, aunque, si les digo la verdad, prefiero que Sevilla siga su ritmo, una ciudad que amo a pesar de todo y a la que no me agrada detenerme en sus imperfecciones. Greta, que nosotros también lloramos por Sevilla, pero en silencio.