Observatorio taurino

Antes y después de Córdoba

La empresa Lances de Futuro, comandada por José María Garzón, ha superado con nota alta su debut ferial al frente del coso de Los Califas, donde agotó todo el papel disponible

17 may 2021 / 17:53 h - Actualizado: 17 may 2021 / 17:56 h.
"Observatorio taurino"
  • Aspecto de los tendidos de la plaza de toros de Córdoba, donde no quedó ni una entrada en taquilla. Foto: Lances de Futuro
    Aspecto de los tendidos de la plaza de toros de Córdoba, donde no quedó ni una entrada en taquilla. Foto: Lances de Futuro

De la Salud a los patios

Culminó la Feria de Córdoba. Ha sido un ciclo corto, intenso en el planteamiento, perfectamente enhebrado a la realidad social y taurina de Córdoba y con vocación experimental. José María Garzón, al frente de Lances de Futuro, ha ensayado unas nuevas fechas que adelantan los festejos a las jornadas habituales de la tradicional Feria de la Salud, que coincide día arriba o abajo, con la última semana de mayo. Ese empeño no era ninguna novedad. Formaba parte de la declaración de intenciones del empresario sevillano cuando se hizo cargo del inmenso embudo de Los Califas. El asunto no es casual. Se trata de encontrar el amparo de otra festividad, la de los Patios, que se ha erigido con el paso de los años en la fachada más rutilante de la capital cordobesa en detrimento de su feria tradicional, una celebración desmesurada en extensión y metraje, horterona y falta de identidad que, además de seguir buscando un modelo propio, no trasciende del ámbito local.

El largo introito es válido para tratar de desentrañar las claves en las que se ha movido Garzón en su primera feria. El empresario ya se había estrenado por todo lo alto organizando aquella célebre corrida de la Hispanidad en la que tuvo el acierto de crear un cartel inédito –el atractivo mano a mano de Morante y Ortega- y el valor de abrir una plaza de primera a pesar de las rígidas restricciones de aforo que regían desde el famoso antes y después del Puerto de Santa María. Y esta Feria de los Patios ha sido, de nuevo, la que ha inaugurado el circuito de plazas grandes en el segundo año de pandemia. Y no han faltado dificultades....

Y a pesar de todo...

La falta de iniciativa de la Junta –que ha esperado a que escampara sin atreverse a asumir los riesgos de tomar una decisión- ya había impedido a Ramón Valencia poner en pie el atractivo ciclo que había organizado en Sevilla sujeto –eso sí- a vender ese 50% del aforo que tampoco pudo aplicar Matilla en la feria de Jerez. El ciclo jerezano se ha aplazado hasta finales de julio buscando el amparo playero de las costas gaditanas. Pues ya veremos... El caso es que la Junta había abierto la mano en la mismísima víspera de las fechas iniciales de la Feria del Caballo y sólo dos semanas antes del inicio del serial cordobés. La empresa apenas ha tenido margen de maniobra para beneficiarse del nuevo aforo pero puede presumir de anotarse dos llenazos sobre el taquillaje previsto, ampliado a duras penas a unas 4.000 localidades por tarde.

Por cierto y ya que mentamos a la Junta, al festejo del domingo no faltó la plana mayor de la consejería de Presidencia, con Elías Bendodo a la cabeza, para darse un baño de multitudes taurinas en desagravio por tantos titubeos y, especialmente, por esa falta de decisión que habría ahorrado tantos disgustos. Si hubieran acudido el día anterior se habrían encontrado con una alucinante manifestación antitaurina –eran cuatro gatos cabreados y vociferantes- autorizada por el lumbreras competente para ello. Lo hemos escrito en alguna ocasión pero hay que repetirlo ahora. Algún día habrá que lamentar una desgracia por más que el santo, católico y apostólico público taurino esté acostumbrado a aguantar estoicamente que le llamen asesino por acudir a un espectáculo que, además, es patrimonio inmaterial de los españoles. ¡Basta ya!

Antes y después de Córdoba
Morante de la Puebla brindó uno de sus toros del domingo al empresario José María Garzón. Foto: Joaquín Arjona

Un brindis lleno de significado

El aspecto del inmenso embudo taurino cordobés, a pesar de las distancias y las restricciones, contrastaba con el inquietante vacío televisado de la plaza de Vistalegre. Hablemos de la TV: en la retransmisión de los festejos madrileños organizados por la casa Matilla no ha faltado una guerra subterránea –no sabemos si fría o sucia- que desembocó en la ausencia de las cámaras en los tendidos cordobeses. Mejor dejarlo ahí por ahora... Los que andan metidos en los secretos del toreo levantaron las cejas cuando Morante –con su nueva montera decimonónica- brindó su primer toro a José María Garzón. No hace falta recordar que el diestro de La Puebla es apoderado por Toño Matilla. Hagan sus propias componendas...

Pero hay que incidir en el agravio comparativo –por muy odioso que sea- entre Carabanchel y Córdoba. ¿Por qué ha desertado el público en Vistalegre y ha colmado todas las expectativas en Ciudad Jardín? La respuesta hay que encontrarla –además de los precios desorbitados de Madrid- en el trabajo de campo que ha rodeado la puesta en marcha del ciclo cordobés. Bastaba un paseo por el centro de la ciudad –con tantos comercios engalanados con motivos y enseres taurinos- para caer en la cuenta de que algo está cambiando. Ese concurso de escaparates orquestado por Lances de Futuro era sólo un botón de muestra del renacido ambiente taurino de Córdoba, tan difícil de sacudir de sus propias inercias. Una de sus espuelas ha llegado de río abajo. A algunos les pica río arriba. Que se rasquen.

Antes y después de Córdoba
Finito de Córdoba conmemoraba el pasado domingo el trigésimo aniversario de su alternativa. Foto: Joaquín Arjona.

¿Treinta años no son nada?

A partir de ahí, cuando sale el toro puede pasar de todo. Y se podría haber contado otra historia si Roca Rey mete la espada al sobrero de Parladé; si a Morante le hubiera durado veinte arrancadas de verdad uno de sus ‘juampedros’ –vaya petardo de corrida, señor Domecq Morenés- y el segundo de Finito hubiera aguantado en pie después de cincelar ese monumento al toreo a la verónica que nos quitó treinta años de encima.

Son los mismos que conmemoraba el diestro de Sabadell evocando esos tiempos –que no sabemos si algún día volverán- en los que una ciudad entera se echó a la carretera para seguir a un torero que había despertado sus ilusiones. Había mucha, muchísima nostalgia, en esa evocación. Rostros que ya no están, juventudes que ya no existen... El toreo, al fin y al cabo, también es el espejo de nuestra propia vida. Tempus fugit...