In fraganti

Sex-torsión: chantaje del cuerpo, placer de entrepierna (I)

El sexo, sus variantes, actores y lo que le rodea son una clave que explica lo injustificable. En dos capítulos ahondaremos sobre las peores prácticas sobre el sexo

Juan-Carlos Arias jcdetective /
20 may 2023 / 04:00 h - Actualizado: 20 may 2023 / 04:00 h.
"Sexo","Estafa","Fraude","In fraganti","Pandemia"
  • Sex-torsión: chantaje del cuerpo, placer de entrepierna (I)

Los expertos convienen que la droga y el narco son los negocios ilícitos que más dinero mueven en el globo. INTERPOL y OMS establecen que sobre unos 300.000 millones de euros circulan con ese segmento. En tales empeños, le siguen prostitución y trata más el tráfico de armas. Es decir, y según Esther Peñas, mayoritariamente sexo y dinero son los turbios motores que se incrustaron en el mundo. La aplicación MBA corrobora que el 12% de los espacios web, más de 24,5 millones, los centra el porno.

En ese cosmos y en la realidad más crudo del cotidiano opaco la extorsión con base en sexo furtivo, infiel, oculto o secreto sentó sus reales desde que conocemos la irrupción digital hacen pocos lustros. El anonimato, la ubicuidad y la impunidad de internet explican este fenómeno para entenderlo fácilmente.

La “sex-torsión” es una estafa virtual o presencial. Puede producirse por correo electrónico, SMS, Whatsapp, Telegram o cualquier red social (Facebook, Twitter, Instagram....). En directo, consiste en no revelar ante el entorno afectivo, laboral o vecindario la amenaza de difundir algún tipo de contenido personal íntimo a cambio de dinero.

La cara B de la red

Estas amenazas se multiplicaron hasta el infinito a raíz de la pandemia (Covid19) . Una clave fue la popularidad y el desmesurado uso de aplicaciones de videoconferencia para comunicarnos sin salir de casa (Zoom, Google Meet, Jitsi, Teams, etc.).

El miedo extendió su uso para aspectos personales antes impensables. En el entorno digital, el ciber-delincuente está atento y juega con el potencial efectivo de llegar hasta quienes verdaderamente tengan material personal íntimo o que este se haya compartido por videoconferencia.

Quienes se sienten amenazados, acumulan un temor irracional y acceden al chantaje económico a veces conocen que el material con que se les coacciona no existe. Las víctimas ‘pican’ así por pánico a que salgan a la luz imágenes o videos de contenido privado ante estas falsas amenazas.

No es tema azaroso o baladí de lo que hablamos. Hay quien ha pagado en bitcoins por masturbaciones que jamás fueron grabadas, pero sí sucedieron en espacios íntimos. Según el último análisis sobre sex-torsión de la empresa Avast durante 2022, y sólo entre el 12 de enero y el 12 de febrero, se detectaron en España 36.759 ataques de esta naturaleza. Más complejo es saber cuántas personas pagaron por nada. El fraude, además, es un timo.

Sex-torsión: chantaje del cuerpo, placer de entrepierna (I)


Los/as extorsionadores/as del sexo tienen cantera entre ciber-usuarios que difunden material de terceros o publican contenido propio explícito. Y aquí valen todos los palos: heterosexualidad, pederastia, zoofilia y del mundo LGTBI+. Estos trasgresores/as usan cuentas falsas y trucos de ingeniería social para ganar confianza. Ese es el primer que acerca a los ‘malos’

Después, y rápidamente, solicitan imágenes o vídeos comprometedores. Una vez logrado el objetivo, los acosadores amenazan con publicar el contenido a menos que la víctima cumpla sus demandas continuadas, que suelen ser repetitivas y con intervalos de minutos a veces. La extorsión puede degenerar hasta la petición de relaciones sexuales bajo tal presión.

La extorsión sexual también se produce cuando una víctima es coaccionada para enviar contenido sexual a cambio de recuperar datos privados robados. Quienes atacan anteriormente han robado los datos, a veces vía malware de suplantación o enlaces engañosos. Luego, los reclaman a la víctima para su devolución. Y no pocas veces hay peticiones dinerarias.

Juventud, divino objetivo

Los/as menores, adolescentes y veinteañeros/as son especialmente vulnerables a la extorsión sexual. Generalmente, su conducta es menos inhibida y osada en internet. Son confiados/as ante desconocidos en la red de redes. Están en la creencia ingenua que ahí está la Biblia o se ubica La Meca. Los primerizos son detectados con oficio por los/as trasgresores/as

Desde plataformas de juegos y redes sociales hasta aplicaciones de chat de vídeo y citas hay espacios donde intercambiar datos personales y soportes privados con otros usuarios. Obviamente, en estos lugares es donde se produce la extorsión sexual.

Los ciber-chantajistas usan medios diversos para ganarse la confianza de una víctima. Pueden entrar a la víctima con un perfil o interés romántico. Casi siempre con imágenes de la webcam. Ahí vale casi todo: adulación, masajes textuales, compartir iconos insinuantes, ofertar dinero o regalos. Al creerlo cómodo y confiado, quien trasgrede interactúa con la víctima para manipularla para lograr de la misma el envío de contenido comprometedor. Después, eso valdrá para la extorsión, para forzar relaciones sexuales o para peores empeños.

Sex-torsión: chantaje del cuerpo, placer de entrepierna (I)


Quienes están en ello pueden aplicar tácticas más agresivas: usar la fuerza y las amenazas para coaccionar o chantajear a las víctimas con la amenaza de crear imágenes y vídeos con contenido sexualmente explícito. Vía Facebook Messenger, por ejemplo, hay muchos ejemplos de lo escrito.

Estas extorsiones son a veces un verdadero peligro. Los chantajistas cuando logran sus fines una vez no ponen fin a su trasgresión. Tras lograr lo solicitado piden más y más, o amenazan con exponer públicamente para subir un paso más arriba al chantaje. Lo que empieza como algo a primera vista ‘inocente’ degenera para la sumisión sexual en directo o para demandas desorbitadas sumas dinerarias.

El caso Finkbinder

Baste un ejemplo para ilustrar de los riesgos potenciales que atesora la red de redes. Detenido en 2012, Richard Finkbiner tenía en su poder más de 22.000 clips de vídeo, obtenidos vía su webcam, de jóvenes de todos los EE. UU. Gran parte del material confiscado por las autoridades era sexual.

Utilizando una web de chat de vídeo anónimo, Finkbiner primero engañaba a las víctimas mostrándoles vídeos explícitos pregrabados de otras personas. Al creer que se trataba de vídeos en directo de las personas que aparecían, las víctimas se animaban a enviar contenido similar.

Tras recibir estos vídeos, Finkbiner revelaba su verdadera identidad. Amenazaba con publicar vídeos de víctimas a menos que le enviaran más material. Finkbiner enviaba entonces imágenes manipuladas de capturas de pantalla de vídeos porno y amenazaba con ‘publicar’ más contenido si no obedecían a sus demandas. También enviaba capturas de sus contactos originados en webs de redes sociales. Su ‘mala suerte’ fue que tenía víctimas entre 12 y 16 años. A Finkbiner la cayeron a 40 años de cárcel, 70.000 dólares de multa y libertad supervisada tras la pena de prisión.